Alfonso Daniel Rodríguez Castelao

De la Galicia emigrada a la Galicia exiliada

En la vida de Castelao, tan polifacética, no podía faltar la emigración y el exilio. De hecho, su infancia se vio marcada por la emigración y los últimos años transcurrieron en el exilio bonaerense, esa suerte de Galicia ideal.

Alfonso Daniel Manuel Rodríguez Castelao nació en Rianxo el 30 de enero de 1886. Hijo de Mariano Rodríguez Dios y de Joaquina Castelao Genme. En el mismo año de su nacimiento el padre emigró a la Argentina, quedando el niño al cuidado de la madre y de los abuelos maternos. En 1895, en la compañía de su madre, Castelao emigró a la Argentina para reunirse con su padre, instalado con un almacén de comercio (pulpería) en la Pampa. Esta primera estadía argentina duraría de 1895 a 1900. La presencia de la emigración en la infancia de Castelao se reflejó en su obra, un ejemplo son los relatos “O segredo” y “O inglés” incluido en su libro Retrincos (1934).

Tras regresar a Galicia, entre 1900 y 1903 cursó el Bachillerato y el preparatorio de Medicina en Santiago de Compostela. Entre 1903 y 1909 estudió la carrera de Medicina. Por esta época comenzó su actividad artística, vinculada sobre todo a la caricatura. En 1908 y 1909 participó en el II y III Salón de Humoristas en Madrid. Castelao diseñó las cubiertas de los primeros números de Vida Gallega, publicación que comenzó a editarse en 1909. También diseñó algunas capas de libros, caso de Princesa del amor hermoso de Sofía Casanova. En 1909 presentó un óleo en la “Exposición Regional Gallega” que fue premiado con una medalla de oro.

En 1910 se instaló en Madrid con el objetivo de realizar el doctorado, cometido que no realizaría. En la capital del Estado continuó ilustrando libros y colaborando en varias publicaciones. En 1911, de vuelta en Rianxo, comenzó a editar el periódico El Barbero Municipal, órgano del bando conservador-maurista que en Rianxo encabezaba su padre. Otros inspiradores de esta periódico fueron Eduardo Dieste y Ramón Rey Baltar. En 1912 casó con Virginia Pereira, natural de A Estrada. También en 1912 se vincula al movimiento agrarista Acción Gallega liderado por Basilio Álvarez. De la misma manera, en este mismo año realizó su primera exposición individual en Ourense, a la que seguiría otra muestra en el Salón Iturrioz de Madrid. En 1913 dictó su primera conferencia sobre la caricatura en el balneario de Mondariz.

El vínculo de Castelao con el mundo de la emigración se mantendría a través de su colaboración con la prensa de Buenos Aires, colaboró con La Semana Universal (1912) y con Suevia (1916). En 1917, ya instalado en Pontevedra, se adhiere a las Irmandades da Fala y comienza a colaborar con A Nosa Terra. Castelao participó en las sucesivas asambleas nacionalistas. En 1918 aprobó en Madrid unas oposiciones al cuerpo técnico del Instituto Geográfico y Estadístico. En ese mismo año comenzó a colaborar con El Sol de Madrid. En 1920 inauguró en A Coruña la primera exposición del Album Nós. En 1921, pensionao por la Junta de Ampliación de Estudios, realizó un viaje por Francia, Bélgica y Alemania.

En 1922 publicó en la colección Céltiga su novela corta Un ollo de vidrio. Memorias dun esquelete. En 1926 publicó primer libro de Cousas. En 1929, nuevamente pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios, viajó la Bretaña. Con la proclamación de la II República en 1931, Castelao fue elegido diputado en las candidaturas de la Federación Republicana Gallega. En 1934 publicó su novela Os dous de sempre. En este año ingresó en la Real Academia Galega. El gobierno de derechas lo destierra a Badajoz. En 1936 fue nuevamente elegido diputado dentro de las candidaturas de la Frente Popular. La sublevación militar lo sorprende en Madrid, a donde había acudido para hacer entrega del Estatuto gallego a las Cortes. En 1937 publicó en Valencia los álbumes de guerra Galicia Mártir y Atila en Galicia. En 1938 realizó un viaje de propaganda a la URSS, viajando más tarde a Estados Unidos y Cuba. Durante su presencia en la isla caribeña, Castelao participó activamente en las elecciones del Centro Gallego de La Habana. Así, su participación fue decisiva para que la candidatura republicana de Hermandad Gallega se impusiera sobre la candidatra valedora de los sublevados franquistas. En Nueva York publicó su álbum Milicianos.

La derrota republicana lo condenó al exilio, asentándose en Nueva York. En 1950 consiguió viajar a Buenos Aires. En 1941 estrenó en la capital argentina su pieza teatral Os vellos no deben de namorarse. En noviembre de 1944 se constituye en Montevideo el Consello da Galiza, que tuvo a Castelao como primer presidente. En 1945 participó en la reunión de las Cortes de la República en México. En 1946 Castelao fue nombrado ministro del Gobierno encabezado por José Giral, del cual saldría al año siguiente a causa de los enfrentamientos entre las facciones republicanas.

Algunas de las obras publicadas por Castelao en Buenos Aires fueron: Cincuenta hombres por dos pesos (Buenos Aires: Emecé, 1940); Sempre en Galiza (Buenos Aires, Ediciones As Burgas, 1944) o As cruces de pedra na Galiza (Buenos Aires, Nudos, 1949). Por otra parte, Castelao continuó en Buenos Aires con su cometido de ilustrador de libros. Falleció en Buenos Aires el 7 de enero de 1950.

ARMESTO, VICTORIA: Los hijos cautivos de Breogán: el rastro de Castelao en América, Sada: Ediciós do Castro, 1986.

ALONSO FERNÁNDEZ, BIEITO: O exilio de Castelao, Vigo: A Nosa Terra, 2000. 

MEJÍA RUIZ, CARMEN: “El exilio de Castelao en Norteamérica: textos y documentos”, en Madrygal, vol. 7 (2000), p. 79-92. 

NÚÑEZ SEIXAS, XOSé MANOEL: “Emigración e exilio en Alfonso R. Castelao: da “moura fartura” á “Galiza ideal”, en Estudios Migratorios, núms. 15/16, xuño-decembro 2003, p. 9-48. 

NÚÑEZ SEIXAS, XOSé MANOEL / CAGIAO VILA, PILAR: O Exilio galego de 1936, política, sociedade, itinerarios, Sada: Ediciós do Castro, 2007.

La figura de Alfonso Daniel Rodríguez Castelao (Rianxo, 1886 – Buenos Aires, 1950) es bastante bien conocida en Galicia y España en lo relativo a sus facetas como artista, escritor, caricaturista y político nacionalista gallego. Menos conocido es que, además, fue emigrante y exiliado. Por ello, refleja en su andadura vital las facetas de emigrante, retornado de América y de exiliado político, hasta su muerte en Buenos Aires el 7 de enero de 1950. Ello repercutió notablemente en su valoración e interpretación sobre el propio hecho migratorio, y sobre lo que suponía el exilio republicano español y gallego. A diferencia de otros observadores y, posteriormente, de la gran mayoría de los exiliados republicanos en general (con la excepción, probablemente, del pintor Luis Seoane), sus vivencias biográficas impregnaron decisivamente su percepción y su sensibilidad frente a esas cuestiones.

Las re­fle­xio­nes de Cas­te­lao so­bre la emi­gra­ción es­tán dis­per­sas a lo lar­go de su pro­sa po­lí­ti­ca has­ta su lle­ga­da a Bue­nos Ai­res en ju­lio de 1940, e in­clu­so continúan con posterioridad a es­ta fe­cha. Antes de su exi­lio (1938), es un te­ma re­pe­ti­do cons­tan­te­men­te en su obra grá­fi­ca y li­te­ra­ria, pe­ro ape­nas abor­da­do en su en­sa­yo. Des­de esa fe­cha, sin em­bar­go, se con­vier­te en un ele­men­to ca­si om­ni­pre­sen­te en su obra. La per­cep­ción que Cas­te­lao tie­ne de la rea­li­dad de la emi­gra­ción cam­bia­rá pro­gre­si­va­men­te a lo lar­go de su vida, de acuer­do con su evo­lu­ción ideo­ló­gi­ca, sus ex­pe­rien­cias y, en el exi­lio, los im­pe­ra­ti­vos es­tra­té­gi­cos de su pro­yec­to po­lí­ti­co. Es, en ese sen­ti­do, un ejem­plo pa­ra­dig­má­ti­co de la in­ter­pre­ta­ción cam­bian­te que los pro­pios ac­to­res de los pro­ce­sos mi­gra­to­rios, y tam­bién del exi­lio, ela­bo­ran de su pro­pia ex­pe­rien­cia, más allá de los tó­pi­cos ha­bi­tua­les acer­ca de los pro­ce­sos psi­co­ló­gi­cos del exi­lio, su re­fle­jo li­te­ra­rio y el ca­rac­te­rís­ti­co sen­ti­mien­to de nos­tal­gia y al­te­ri­dad que em­bar­ga­rían la ex­pe­rien­cia vi­tal de to­do trans­te­rra­do. E, igual­men­te, cons­ti­tu­ye una mues­tra de có­mo, en la pro­pia per­cep­ción de esos mis­mos ac­to­res, emi­gra­ción y exi­lio dis­ta­ban de cons­ti­tuir ca­te­go­rías siem­pre dis­tin­gui­bles y des­lin­da­bles de for­ma ní­ti­da. Sus lí­mi­tes, por el con­tra­rio, re­sul­tan más bo­rro­sos de lo que a prio­ri se pue­de pen­sar. So­bre to­do en zo­nas de al­ta tra­di­ción mi­gra­to­ria, co­mo Ga­li­cia, don­de mu­chos exi­lia­dos po­se­ye­ron una ex­pe­rien­cia pre­via (per­so­nal o fa­mi­liar) co­mo emi­gran­tes, y fue­ron a re­fu­giar­se en Amé­ri­ca en­tre sus pro­pios con­ve­ci­nos o con­na­tu­ra­les emi­gra­dos con an­te­rio­ri­dad, si­guen­do el ras­tro de ca­de­nas mi­gra­to­rias pree­xis­ten­tes.
En el ca­so de Cas­te­lao, la ex­pe­rien­cia co­mo emi­gran­te, sien­do un ni­ño de cor­ta edad, pre­ce­dió en cua­ren­ta años a su pe­ri­plo co­mo exi­lia­do. A lo lar­go del pri­mer ter­cio del si­glo XX, el ar­tis­ta y po­lí­ti­co re­fle­jó en sus cua­dros, ca­ri­ca­tu­ras, es­cri­tos y dis­cur­sos opi­nio­nes cam­bian­tes so­bre el fe­nó­me­no mi­gra­to­rio, cues­tión que ocu­pó las ener­gías de bue­na par­te de los pen­sa­do­res ga­lle­gos (y ga­lle­guis­tas) de la épo­ca. Y, al ini­ciar el ca­mi­no del exi­lio, bue­na par­te de sus pos­tu­la­dos y re­fle­xio­nes no na­ce­rán só­lo de su pro­pia ex­pe­rien­cia, si­no que ten­drán raí­ces an­te­rio­res, y po­drán ba­sar­se en imá­ge­nes y dis­cur­sos so­bre el éxo­do for­ja­dos en su obra pre­via, aun­que fue­se pa­ra in­ter­pre­tar­las en un sen­ti­do di­fe­ren­te.

La emi­gra­ción se­gún el Cas­te­lao eu­ro­peo
Ma­ria­no Ro­drí­guez Dios, na­tu­ral de la vi­lla cos­te­ra de Rian­xo (A Co­ru­ña), de fa­mi­lia de car­pin­te­ros de ri­be­ra, ha­bía des­po­sa­do una mu­jer, Joa­qui­na Cas­te­lao Gem­me, de po­si­ción so­cial más ele­va­da que la su­ya. A po­co de ca­sar­se, y de na­cer su pri­mer hi­jo, Al­fon­so Da­niel, Ma­ria­no emi­gró a Ar­gen­ti­na para com­pen­sar el ha­ber apor­ta­do po­co di­ne­ro al ma­tri­mo­nio. Su mu­jer con­ta­ba con pa­rien­tes en Ro­sa­rio, Fran­cis­co y Juan Cas­te­lao Gem­me, emi­gra­dos en la dé­ca­da de 1880 y vin­cu­la­dos al ne­go­cio de la car­pin­te­ría, quie­nes guia­ron a Ma­ria­no en sus pri­me­ros pa­sos en el nue­vo país. Pe­ro Ma­ria­no no fue a Ro­sa­rio, si­no que aca­bó por es­ta­ble­cer una pul­pe­ría en la Pam­pa hú­me­da, co­mo tan­tos co­te­rrá­neos su­yos, en el si­tio de­no­mi­na­do La Cruz Co­lo­ra­da, de­par­ta­men­to de Ber­nas­co­ni, pro­vin­cia de La Pam­pa. Una vez es­ta­ble­ci­do, lla­mó jun­to a él a su mu­jer y a su hi­jo, que em­bar­ca­ron en Vi­go en 1896 y per­ma­ne­cie­ron en Ar­gen­ti­na has­ta 1900. Aquí na­cie­ron Jo­se­fi­na (1897) y Te­re­sa Ro­drí­guez Cas­te­lao (1899), y Al­fon­so Da­niel acu­dió a la es­cue­la pri­ma­ria.
El jo­ven Cas­te­lao que re­gre­sa de la Ar­gen­ti­na ha­cia 1900, tras pa­sar cua­tro años en la pul­pe­ría de su pa­dre, en ple­no cam­po pam­pe­ro, no se di­fe­ren­cia­ba en mu­cho de otros hi­jos de re­tor­na­dos de éxi­to que po­bla­ban Ga­li­cia. An­tes de su pos­te­rior con­ver­sión al ga­lle­guis­mo, era un tí­pi­co hi­jo de in­dia­no ga­lle­go de la épo­ca. Así lo mos­tra­ban sus es­fuer­zos por ha­blar cas­te­lla­no en un me­dio so­cial abru­ma­do­ra­men­te ga­lle­gó­fo­no. No obs­tan­te, ya en es­ta fa­se pre­ga­lle­guis­ta se con­fi­gu­ran en Cas­te­lao una se­rie de cons­tan­tes te­má­ti­cas y de opi­nio­nes so­bre la emi­gra­ción, que en bue­na par­te se vin­cu­lan a su pro­pia vi­ven­cia. Se vis­lum­bran así los si­guien­tes as­pec­tos:
a) Un mal re­cuer­do de su ex­pe­rien­cia ame­ri­ca­na, pa­ten­te en sus alu­sio­nes li­te­ra­rias a la so­le­dad de la Pam­pa, a la «mou­ra far­tu­ra»1 de la eta­pa mi­gra­to­ria (Re­trin­cos, 1934), y al su­fri­mien­to del ni­ño Cas­te­lao y de su ma­dre en la so­li­ta­ria e in­hós­pi­ta pul­pe­ría de su pa­dre. E igual­men­te se apre­cia en su des­crip­ción tan­to del am­bien­te más bien sór­di­do de la pul­pe­ría, como de su clien­te­la ha­bi­tual con­for­ma­da por gau­chos pen­den­cie­ros. Tal vez la odi­sea co­mo gau­cho de Pe­dri­ño, uno de los pro­ta­go­nis­tas de su no­ve­la Os dous de sem­pre (1934) re­fle­ja­ría la pro­pia ex­pe­rien­cia de un Cas­te­lao cas­ti­ga­do por su pa­dre por no mos­trar ap­ti­tu­des pa­ra el co­mer­cio.
b) En se­gun­do lu­gar, apa­re­ce ya en es­ta eta­pa una agu­da con­si­de­ra­ción ca­ri­ca­tu­res­ca de los efec­tos ne­ga­ti­vos de la emi­gra­ción, pa­ra lo que un pri­mer blan­co se­rá la fi­gu­ra, re­cu­rren­te tan­to en su pin­tu­ra (cf. el cua­dro Re­gre­so del in­dia­no, 1916) co­mo en sus pri­me­ras ca­ri­ca­tu­ras, del in­dia­no en­co­pe­ta­do, si­guien­do los mol­des ico­no­grá­fi­cos pree­xis­ten­tes del gé­ne­ro (leon­ti­na, re­loj, tra­je blan­co, lo­ro, gra­mó­fo­no, mos­ta­chos). Pe­ro tam­bién aso­ma en es­ta épo­ca el po­lo opues­to: el re­tra­to del re­tor­na­do fra­ca­sa­do, co­mo se po­ne de ma­ni­fies­to en sus pri­me­ras ca­ri­ca­tu­ras pu­bli­ca­das en La Voz de Ga­li­cia de Bue­nos Ai­res en 1915; o la so­le­dad del emi­gran­te, que aban­do­na la har­tu­ra y ale­gría de la al­dea y se mar­cha a hur­ta­di­llas, mien­tras sus ve­ci­nos ce­le­bran la fies­ta pa­rro­quial: tal es el men­sa­je trans­mi­ti­do bru­tal­men­te por el óleo El Emi­gran­te (1916). No apa­re­ce en la obra de Cas­te­lao, a di­fe­ren­cia de otros pen­sa­do­res e in­te­lec­tua­les ga­lle­gos, la fi­gu­ra del “ame­ri­ca­no” co­mo agen­te re­ge­ne­ra­dor de Ga­li­cia, que sí es re­cu­rren­te en va­rios ob­ser­va­do­res de su épo­ca. Ni tam­po­co ha­ce uso de la ca­ri­ca­tu­ra del emi­gran­te re­tor­na­do que se con­vier­te en nue­vo ca­ci­que —tal vez por­que es­ta úl­ti­ma fi­gu­ra se ase­me­ja­se en ex­ce­so a su su pro­pio pa­dre, re­tor­na­do de éxi­to que ac­ce­de a la al­cal­día de Rian­xo en dos oca­sio­nes (1907-09 y 1924-30).
c) En es­ta eta­pa pre­ga­lle­guis­ta tam­po­co apa­re­ce en Cas­te­lao una re­fle­xión cum­pli­da so­bre las co­lec­ti­vi­da­des ga­lle­gas de Amé­ri­ca co­mo mo­de­lo a imi­tar pa­ra Ga­li­cia, co­mo mo­to­res de la re­ge­ne­ra­ción del país de ori­gen, co­mo ejem­plos de or­ga­ni­za­ción so­cie­ta­ria y ar­ti­cu­la­ción co­lec­ti­va. Re­fle­xio­nes que eran co­mu­nes a bue­na par­te de la opi­nión pú­bli­ca ga­lai­ca de su tiem­po, y tam­bién de la opi­nión pu­bli­ca­da.2 Eso sí, ya en es­te mo­men­to el jo­ven ar­tis­ta abri­ga la es­pe­ran­za de triun­far en la me­ca de cual­quier ga­lle­go con ta­len­to de su épo­ca: Bue­nos Ai­res. Con ese ob­je­ti­vo, en­vía sus co­la­bo­ra­cio­nes a va­rios pe­rió­di­cos por­te­ños y ga­lai­co-por­te­ños, y has­ta pla­nea una gi­ra ar­tís­ti­ca por la Amé­ri­ca del Sur.
En 1917, po­co tiem­po des­pués de la fun­da­ción de las Ir­man­da­des da Fa­la3, or­ga­ni­za­ción po­lí­ti­co-cul­tu­ral que da el sal­to ideo­ló­gi­co des­de el re­gio­na­lis­mo de raíz de­ci­mo­nó­ni­ca al na­cio­na­lis­mo ga­lle­go, Cas­te­lao se su­ma al nue­vo mo­vi­mien­to. En es­ta eta­pa va a ex­pre­sar su opi­nión so­bre la emi­gra­ción, so­bre to­do a tra­vés de su ac­ti­vi­dad crea­ti­va: la li­te­ra­tu­ra y el ar­te grá­fi­co, par­ti­cu­lar­men­te me­dian­te sus ca­ri­ca­tu­ras. De he­cho, un 9,9% de sus di­bu­jos en­tre 1917 y 1922 tie­nen por te­ma el abor­da­je crí­ti­co de la emi­gra­ción. Pro­por­ción que pa­re­ce de­caer un tan­to en­tre 1926 y 1933: só­lo 10 (el 2,81%) de las 355 ca­ri­ca­tu­ras que pu­bli­ca en el pe­rió­di­co Fa­ro de Vi­go en­tre esas fe­chas, y que con­tri­bu­ye­ron a ha­cer­lo fa­mo­so, se ocu­pa de la emi­gra­ción.4
En esos di­bu­jos y ca­ri­ca­tu­ras ad­qui­ri­rá pri­ma­cía ab­so­lu­ta el mo­ti­vo del re­tor­na­do fra­ca­sa­do de la emi­gra­ción, por el que Cas­te­lao mues­tra gran em­pa­tía; esos “ame­ri­ca­nos” que cuan­do «ve­ñen pro­bes en­tran de noi­te»5 en la ca­sa fa­mi­liar, y cu­yos tra­zos más ne­ga­ti­vos acen­tua­rá cons­cien­te­men­te.6 Al mis­mo tiem­po de­nun­cia la mi­se­ria y las pe­na­li­da­des que su­fren los emi­gran­tes en ul­tra­mar, los en­ga­ños del mi­to de Amé­ri­ca y el su­fri­men­to de los pa­rien­tes que per­ma­ne­cen en Ga­li­cia. De ahí que, cuan­do en los años trein­ta se cie­rra mo­men­tá­nea­men­te la sa­li­da mi­gra­to­ria, la res­pues­ta de Cas­te­lao sea es­pe­ran­za­do­ra, co­mo ex­pre­sa en una ca­ri­ca­tu­ra pu­bli­ca­da el 28 de agos­to de 1932 en Fa­ro de Vi­go: ello pro­vo­ca­ría que las ener­gías vi­ta­les del país se in­vir­tie­sen en su re­ge­ne­ra­ción:

—Xa non hai Amé­ri­ca pra nós. ¿Qué imos fa­cer ago­ra?
—Pois… tra­ba­llar na no­sa te­rra.7

De mo­do ex­pre­si­vo y di­rec­to, el rian­xei­ro afir­ma en su ar­te que la emi­gra­ción es un fe­nó­me­no de con­se­cuen­cias ne­ga­ti­vas pa­ra Ga­li­cia. ¿Por qué? Bá­si­ca­men­te, por las si­guien­tes ra­zo­nes:
a) Se lle­va fue­ra del país a ele­men­tos jó­ve­nes, des­lum­bra­dos por el fal­so mi­to de Amé­ri­ca, y los de­vuel­ve aca­ba­dos, con­su­mi­dos fí­si­ca y es­pi­ri­tual­men­te, sin áni­mos pa­ra ser úti­les a la co­lec­ti­vi­dad. El emi­gran­te fra­ca­sa­do aca­ba por ser víc­ti­ma de un des­ti­no trá­gi­co. Cas­te­lao in­ci­de de nue­vo en el su­fri­mien­to de los emi­gran­tes allen­de el mar, en su des­vin­cu­la­ción con Ga­li­cia. Sin em­bar­go, aún man­tie­ne la es­pe­ran­za de que con­ser­ven al­go de mo­rri­ña, de que pre­ser­ven al­gún vín­cu­lo es­pi­ri­tual y sen­ti­men­tal con su tie­rra de ori­gen.8 In­sis­te igual­men­te en el ar­gu­men­to del emi­gran­te que fra­ca­sa en su an­da­du­ra tran­so­ceá­ni­ca, pe­ro que por lo me­nos se dio cuen­ta de cuál era su au­tén­ti­ca pa­tria. El emi­gran­te, por lo tan­to, de­be vol­ver si quie­re ha­cer al­go por Ga­li­cia. La me­tá­fo­ra pre­fe­ri­da de Cas­te­lao en es­ta eta­pa pa­re­cen ser los ojos del ni­ño que, es­pe­ran­do ver a su pa­dre re­tor­nar ri­co de Amé­ri­ca, lo en­cuen­tran po­bre y fra­ca­sa­do (cf. el re­la­to O pai de Mi­gue­li­ño9).
b) Al lle­var a Amé­ri­ca ria­das de car­ne hu­ma­na, la emi­gra­ción des­ga­lle­gui­za el país de ori­gen. Ello su­po­ne una in­sus­ti­tui­ble san­gría de re­cur­sos, al au­sen­tar­se hom­bres jó­ve­nes y es­pí­ri­tus di­ná­mi­cos. Cas­te­lao afir­ma­rá cla­ra­men­te en 1931 que las con­tra­par­ti­das de la emi­gra­ción no se­rían su­fi­cien­tes pa­ra pa­liar los pre­jui­cios glo­ba­les de aquel fe­nó­me­no: «la ri­que­za de unos cuan­tos in­dia­nos más o me­nos fi­lán­tro­pos no pue­de com­pen­sar­nos de la tu­ber­cu­lo­sis que le de­be­mos a la emi­gra­ción»10. La emi­gra­ción es pa­ra él una “dá­di­va” sin re­com­pen­sa po­si­ble, pues pro­du­ce pér­di­das «en po­ten­cial eco­nó­mi­co, en ener­xía so­cial, en pu­lo cria­cio­nis­ta»11. Las po­si­bi­li­da­des eco­nó­mi­cas de Ga­li­cia que­dan sin ex­plo­tar por la fal­ta de ca­pi­tal hu­ma­no. Con ello, Ga­li­cia re­nun­cia­ba al «pro­gre­so co­lec­ti­vo» y se con­vier­te en pa­rá­si­to de los hi­jos au­sen­tes.12
c) Co­mo con­se­cuen­cia de esa ex­por­ta­ción de car­ne hu­ma­na, Ga­li­cia per­de­ría la ca­pa­ci­dad de ha­cer co­sas co­lec­ti­va­men­te, de ha­cer oír su voz. Con ello, tam­bién se in­hi­bi­ría la dis­po­si­ción de sus ha­bi­tan­tes pa­ra la pro­tes­ta y la mo­vi­li­za­ción so­cial. El co­no­ci­do di­bu­jo «En Ga­li­za non se pi­de. Emí­gra­se» (1919), re­pro­du­ci­do más tar­de en el ál­bum Nós, don­de se ob­ser­va a una mul­ti­tud vuel­ta de es­pal­das que se di­ri­ge ha­cia un tra­sa­tlán­ti­co, sin­te­ti­za per­fec­ta­men­te esa idea. La emi­gra­ción, por con­si­guien­te, era con­si­de­ra­da co­mo un fac­tor que fa­vo­re­cía la aco­mo­da­ción si­len­cio­sa del pue­blo ga­lle­go a una si­tua­ción de su­je­ción po­lí­ti­ca y eco­nó­mi­ca al po­der cen­tral y a sus agen­tes me­dia­do­res: los ca­ci­ques y el cle­ro ru­ral.
d) ¿Cuá­les son las so­lu­cio­nes? Cas­te­lao to­da­vía no las de­ta­lla ex­plí­ci­ta­men­te en es­ta eta­pa. Po­cos pro­po­nen en­ton­ces se­ria­men­te pro­hi­bir la emi­gra­ción, pues ello coar­ta­ría un ina­lie­na­ble de­re­cho in­di­vi­dual. Op­ta­rá más bien por el con­trol del flu­jo, a tra­vés de me­di­das co­mo la pro­hi­bi­ción de emi­grar a ni­ños, mu­je­res so­las, “se­lec­cio­nar” la co­rrien­te mi­gra­to­ria, el con­trol de los abu­sos de los agen­tes de emi­gra­ción, gan­chos y com­pa­ñías na­vie­ras. Pe­ro, so­bre to­do, Cas­te­lao insiste en que el ver­da­de­ro an­tí­do­to con­tra el éxo­do ra­di­ca en eli­mi­nar de raíz las cau­sas que es­tán en el tras­fon­do de la emi­gra­ción: la po­bre­za del país, va­ria­ble di­rec­ta­men­te de­pen­dien­te de su su­je­ción al cen­tra­lis­mo, al dic­ta­do de le­yes es­pa­ño­las no ade­cua­das a sus pe­cu­lia­ri­da­des so­cioe­co­nó­mi­cas.
e) En es­ta épo­ca, igual­men­te, si­gue es­tan­do au­sen­te en Cas­te­lao una re­fle­xión por­me­no­ri­za­da so­bre el pa­pel que las co­lec­ti­vi­da­des de emi­gra­dos po­dían ju­gar en el re­sur­gi­mien­to po­lí­ti­co-cul­tu­ral de Ga­li­cia. Lo que pro­ba­ble­men­te tam­bién ten­dría que ver con lo que fue­ron las pe­cu­lia­ri­da­des de su ex­pe­rien­cia mi­gra­to­ria in­di­vi­dual: en vez de emi­grar de la al­dea a la me­tró­po­li, él si­guió un ca­mi­no in­ver­so, pues emi­gró de un pue­blo pes­que­ro (Rian­xo) a una pul­pe­ría en me­dio de la Pam­pa. Por con­si­guien­te no co­no­ció el aso­cia­cio­nis­mo emi­gran­te, ni el te­ji­do co­mu­ni­ta­rio ga­lle­go de Bue­nos Ai­res, con su pren­sa, sus es­pa­cios de so­cia­bi­li­dad, sus éli­tes in­quie­tas y su mul­ti­pli­ca­ción de pro­yec­tos pa­ra la re­ge­ne­ra­ción de Ga­li­cia. Pa­ra Cas­te­lao, la emi­gra­ción ape­nas tie­ne al­gu­na con­tra­par­ti­da po­si­ti­va, ni si­quie­ra las es­cue­las fi­nan­cia­das por las so­cie­da­des de ins­truc­ción de los emi­gran­tes en Amé­ri­ca.
Cas­te­lao si­guió vien­do pu­bli­ca­das sus ca­ri­ca­tu­ras en la pren­sa ga­lle­ga de Amé­ri­ca, que tam­bién re­pro­du­jo abun­dan­te­men­te frag­men­tos de su obra li­te­ra­ria. Su éxi­to pro­fe­sio­nal co­mo ar­tis­ta y co­mo es­cri­tor lo llevó a ser re­co­no­ci­do en al­gu­nos cír­cu­los li­te­ra­rios y ar­tís­ti­cos ame­ri­ca­nos, so­bre to­do en Bue­nos Ai­res, más allá de las co­lec­ti­vi­da­des ga­lle­gas. Así, en 1929 ex­pu­so sus obras en el Río de la Pla­ta. Pe­ro eso no pa­re­ce ha­ber ope­ra­do en él una in­yec­ción de es­pe­ran­za en el po­ten­cial in­ter­ven­tor so­bre la di­ná­mi­ca po­lí­ti­ca de Ga­li­cia de las co­lec­ti­vi­da­des ga­lle­gas de Amé­ri­ca. Por el con­tra­rio, en es­ta épo­ca pa­re­ce mi­rar so­bre to­do a Eu­ro­pa, tan­to ar­tís­ti­ca co­mo li­te­ra­ria y po­lí­ti­ca­men­te.
f) En es­ta eta­pa, tie­ne con­ti­nui­dad en Cas­te­lao una vi­sión ten­den­cial­men­te ne­ga­ti­va de los triun­fa­do­res de la emi­gra­ción. Aqué­llos son pe­tu­lan­tes, fan­fa­rro­nes, per­ju­di­cia­les pa­ra el país, des­pre­cian sus tra­di­cio­nes y su len­gua, can­tan men­ti­ras acer­ca de su éxi­to… Es bas­tan­te sig­ni­fi­ca­ti­vo, por ejem­plo, el Pe­dro de Os dous de sem­pre [1934] que, al vol­ver de Amé­ri­ca, se com­pra un fo­nó­gra­fo que ni si­quie­ra pue­de pa­sar por la adua­na, por no te­ner di­ne­ro pa­ra pa­gar los de­re­chos de im­por­ta­ción.13 Só­lo los que no te­nían es­crú­pu­los triun­fa­ban en Amé­ri­ca.14 Si al­gu­nos in­dia­nos re­tor­na­ban con ín­fu­las de re­ge­ne­ra­do­res y mo­der­ni­za­do­res de su tie­rra na­tal, es­cri­bi­rá en 1935, ello se de­bía a un sen­ti­men­ta­lis­mo ma­ni­pu­la­do en be­ne­fi­cio pro­pio, que na­da te­nía que ver con el au­tén­ti­co amor a la pa­tria que pro­fe­sa­rían los ga­lle­guis­tas.15

Emi­gra­ción y exi­lio en el Cas­te­lao trans­te­rra­do (1936-50)
For­za­do a exi­liar­se de Ga­li­cia, des­de ju­nio de 1936 (pri­me­ro en la Es­pa­ña re­pu­bli­ca­na, y des­pués, des­de oc­tu­bre de 1938, en Amé­ri­ca), la re­fle­xión de Cas­te­lao so­bre la emi­gra­ción va a su­frir una se­rie de sig­ni­fi­ca­ti­vas mu­ta­cio­nes, pro­duc­to tan­to de sus via­jes y su co­no­ci­mien­to mi­nu­cio­so de las co­lec­ti­vi­da­des ga­lle­gas ra­di­ca­das en los EE.UU., Cu­ba, Bra­sil, Ar­gen­ti­na, Uru­guay y Me­xi­co, co­mo de sus ex­pe­rien­cias y pro­yec­tos po­lí­ti­cos. En es­te sen­ti­do, se re­gis­tran sig­ni­fi­ca­ti­vos cam­bios res­pec­to a épo­cas an­te­rio­res:
En lo que se re­fie­re a la con­si­de­ra­ción de las cau­sas y con­se­cuen­cias de la emi­gra­ción, Cas­te­lao per­ma­ne­ce fiel a sus pos­tu­la­dos an­te­rio­res: en úl­ti­ma ins­tan­cia, la emi­gra­ción es un mal pa­ra el país. In­clu­so cuan­do se di­ri­ge a los emi­gra­dos y a sus pro­pios co­rre­li­gio­na­rios ga­lle­guis­tas, Cas­te­lao si­gue as­pi­ran­do a que en la fu­tu­ra Ga­li­cia no ha­ya ne­ce­si­dad de emi­grar. Pe­ro sí es cier­to que ma­ti­za su in­ter­pre­ta­ción de cuá­les son las cau­sas de la emi­gra­ción. Aho­ra men­cio­na­rá co­mo fac­to­res con­di­cio­nan­tes de la mis­ma el es­pí­ri­tu de aven­tu­ra; pe­ro siem­pre se man­tie­ne el cor­dón um­bi­li­cal con la tie­rra ma­dre que lle­va al emi­gran­te a vol­ver. Los ga­lle­gos no emi­gran más que los es­pa­ño­les por ser más po­bres, si­no que emi­gran pa­ra vol­ver, sa­len a gus­to «cuan­do de­jan en tie­rra al­go que les due­la mu­cho, al­go que los obli­gue a re­gre­sar». Ello le per­mi­tía a él mis­mo sen­tir­se emi­gran­te a la par de exi­lia­do, pues tam­bién an­he­la­ba vol­ver y te­nía una ma­dre que por él es­pe­ra­ba.16
Igual­men­te, so­bre to­do des­de 1945, apa­re­ce­rá en Cas­te­lao la con­si­de­ra­ción de que mu­chos emi­gran­tes eco­nó­mi­cos ha­bían si­do, en rea­li­dad, tam­bién exi­lia­dos: pues nu­me­ro­sos emi­gran­tes ha­bían lle­ga­do a Amé­ri­ca hu­yen­do del ser­vi­cio mi­li­tar, de la Gue­rra de Áfri­ca; y mu­chos de ellos se­guían sien­do le­gal­men­te pró­fu­gos y só­lo po­drían vol­ver a Ga­li­cia en un ré­gi­men de li­ber­tad y de­mo­cra­cia.17 De es­te mo­do, Cas­te­lao di­fu­mi­na­ba tam­bién la fron­te­ra, que pa­ra otros exi­lia­dos era rí­gi­da, en­tre exi­lio y emi­gra­ción. Ello le per­mi­tía rei­vin­di­car am­bas con­di­cio­nes y as­pi­rar al li­de­raz­go de los emi­gra­dos con la le­gi­ti­mi­dad que le da­ba el ha­ber si­do an­ti­guo emi­gran­te.
Ade­más va a ad­qui­rir un gran co­no­ci­mien­to del am­plio mo­vi­mien­to de so­li­da­ri­dad con la Re­pú­bli­ca, que pro­ta­go­ni­za­ron las co­lec­ti­vi­da­des ga­lle­gas de Amé­ri­ca des­de ju­lio de 1936. Ello lo lleva a una va­lo­ra­ción ra­di­cal­men­te nue­va del po­ten­cial re­ge­ne­ra­dor de esas co­lec­ti­vi­da­des y de la con­ve­nien­cia de cul­ti­var su ad­he­sión. Des­pués de que se frus­tra­se en ma­yo de 1937 su po­si­ble nom­bra­mien­to co­mo em­ba­ja­dor en la Ar­gen­ti­na, Cas­te­lao ex­pre­só al Go­bier­no de la Re­pú­bli­ca su de­seo de con­tri­buir a la uni­dad an­ti­fas­cis­ta de los ga­lle­gos y es­pa­ño­les re­si­den­tes en la Ar­gen­ti­na, en­ca­be­zan­do una gi­ra de pro­pa­gan­da que con­tra­rres­ta­se las mi­sio­nes en­via­das por la mis­ma épo­ca por el Go­bier­no re­bel­de de Bur­gos.18 De es­te mo­do, Cas­te­lao re­va­lo­ri­za­rá que en ju­nio de 1936 se hu­bie­sen ad­he­ri­do a la cam­pa­ña pro-Es­ta­tu­to de Au­to­no­mía de Ga­li­cia la ma­yo­ría de las en­ti­da­des de emi­gra­dos ga­lle­gos de Amé­ri­ca, par­ti­cu­lar­men­te en el Río de la Pla­ta. Y más tar­de su co­no­ci­mien­to di­rec­to de las co­lec­ti­vi­da­des de emi­gran­tes ga­lle­gos de ca­si to­da Amé­ri­ca le lle­va­rá a en­sal­zar el nue­vo pa­pel de las mismas co­mo su­je­to co­lec­ti­vo pa­ra re­ge­ne­rar Ga­li­cia y la Re­pú­bli­ca. La nue­va con­si­de­ra­ción po­si­ti­va del pa­pel de esas co­lec­ti­vi­da­des se com­ple­men­ta­ba con su par­ti­cu­lar va­lo­ra­ción del exi­lio, con su ca­da vez más ne­ga­ti­va per­cep­ción del exi­lio re­pu­bli­ca­no es­pa­ñol des­de 1939, con­di­cio­na­da por los os­cu­ros af­fai­res de los fon­dos des­ti­na­dos por los emi­gran­tes ga­lai­cos de Amé­ri­ca a la ayu­da de los re­fu­gia­dos re­pu­bli­ca­nos ga­lle­gos en Fran­cia, des­via­dos en bue­na par­te por ar­pías ma­nio­bras de los cír­cu­los di­ri­gen­tes del exi­lio re­pu­bli­ca­no; por el la­men­ta­ble es­pec­tá­cu­lo de la de­su­nión la­ce­ran­te en­tre los re­pu­bli­ca­nos, abo­na­do por las di­vi­sio­nes en­tre prie­tis­tas y ne­gri­nis­tas.
Pa­ra Cas­te­lao, los exi­lia­dos re­pu­bli­ca­nos en su con­jun­to no es­ta­ban res­pon­dien­do a su de­ber co­mo de­po­si­ta­rios de la le­gi­ti­mi­dad y co­mo he­re­de­ros de los sa­cri­fi­cios de los com­ba­tien­tes y re­pre­sa­lia­dos que quedaron en Es­pa­ña y Ga­li­cia. Por el con­tra­rio, afir­ma­rá, en el exi­lio abun­dan los ca­dá­ve­res po­lí­ti­cos que só­lo quie­ren vol­ver a ser mi­nis­tros, «Son os que per­de­ron dúas Re­pú­bli­cas e aín­da es­tán dis­pos­tos, se os dei­xa­ran, a per­der a ter­cei­ra»19.

El exi­lio ga­lle­go, la Ga­li­cia ideal por­te­ña y el “Ma­drid me­xi­ca­no”

Cas­te­lao era cons­cien­te de que el nú­me­ro de exi­lia­dos ga­lai­cos era re­la­ti­va­men­te re­du­ci­do (en­tre 2.500 y 3.000), en re­la­ción con el con­tin­gen­te to­tal de re­pu­bli­ca­nos es­pa­ño­les,20 con­se­cuen­cia de la rá­pi­da caí­da de Ga­li­cia en ma­nos de los re­bel­des. Y era igual­men­te cons­cien­te del es­ca­so cré­di­to de que Ga­li­cia co­mo país go­za­ba en­tre los me­dios re­pu­bli­ca­nos, que lle­ga­ban a ve­ces a iden­ti­fi­car a los ga­lle­gos de mo­do aprio­rís­ti­co con los com­ba­tien­tes fran­quis­tas. Pa­ra él en Ga­li­cia no se ha­bía sal­va­do lo me­jor del re­pu­bli­ca­nis­mo, del ga­lle­guis­mo y de la iz­quier­da, al con­tra­rio que en otras par­tes de la pe­nín­su­la. En ju­nio de 1944 afir­ma­rá que los exi­lia­dos po­lí­ti­cos ga­lle­gos re­si­den­tes en Me­xi­co «no son cier­ta­men­te la flor de nues­tro pue­blo, pues se tra­ta de per­so­nas que en ge­ne­ral re­si­dían fue­ra de Ga­li­cia y es­ta­ban en­chu­fa­das en car­gos gu­ber­na­ti­vos (la flor del pue­blo ga­lle­go no ha po­di­do huir)»21. Só­lo la for­tu­na ha­bía per­mi­ti­do que so­bre­vi­vie­ran al­gu­nos cien­tos de exi­lia­dos re­pu­bli­ca­nos que él no con­si­de­ra­ba, en con­jun­to, que fue­sen una bue­na re­pre­sen­ta­ción de la le­gi­ti­mi­dad au­to­nó­mi­ca y re­pu­bli­ca­na de Ga­li­cia.
Por el con­tra­rio, la vo­lun­tad re­pu­bli­ca­na y au­to­no­mis­ta ex­pre­sa­da por las co­lec­ti­vi­da­des ga­lle­gas de Amé­ri­ca, en pri­mer lu­gar la de Bue­nos Ai­res, las con­ver­tía en un ar­gu­men­to adi­cio­nal pa­ra ba­sar la le­gi­ti­mi­dad de las rei­vin­di­ca­cio­nes de Ga­li­cia, co­mo na­ción (por su ma­yo­ri­ta­ria ad­he­sión al Es­ta­tu­to en 1936, y por la re­la­ti­va fuer­za del ga­lle­guis­mo en ellas) y co­mo pi­lar de la de­fen­sa de la Re­pú­bli­ca. Era, ade­más, la Ga­li­cia ca­paz de ex­pre­sar­se con li­ber­tad, li­bre del gri­lle­te fran­quis­ta. La Ga­li­cia emi­gra­da po­día ser un re­fe­ren­te de le­gi­ti­mi­dad ma­yor que los exi­lia­dos ga­lle­gos en su con­jun­to e, in­clu­so, más efec­ti­vo que los di­pu­ta­dos re­pu­bli­ca­nos su­per­vi­vien­tes reu­ni­dos en las Cor­tes, pues es­tos úl­ti­mos só­lo se­rían re­fle­jo de la vo­lun­tad ex­pre­sa­da en fe­bre­ro de 1936. Los emi­gra­dos se con­ver­tían así en pro­lon­ga­ción de Ga­li­cia, y en per­ma­nen­te ex­pre­sión de su au­tén­ti­ca vo­lun­tad po­lí­ti­ca, li­bre­men­te ma­ni­fes­ta­da. In­clu­so, en cier­to mo­do, Cas­te­lao pa­sa a con­si­de­rar aho­ra que los emi­gra­dos son la me­jor par­te de Ga­li­cia. So­bre to­do cuan­do co­no­ce Bue­nos Ai­res, el flo­re­cien­te te­ji­do so­cie­ta­rio ga­lai­co en la ca­pi­tal ar­gen­ti­na, la mul­ti­pli­ca­ción de pe­cu­lia­ri­da­des lo­ca­les en él re­pro­du­ci­das y la ca­pa­ci­dad de lle­var a ca­bo una obra co­lec­ti­va.
Aun­que Cas­te­lao se­rá sen­si­ble a las di­fe­ren­cias es­truc­tu­ra­les y so­cia­les exis­ten­tes en­tre las di­ver­sas co­lec­ti­vi­da­des ga­lle­gas emi­gra­das de Amé­ri­ca, pa­ra él el mo­de­lo a imi­tar son los ga­lle­gos de Bue­nos Ai­res. Des­pre­cia­rá el des­dén que ob­ser­va por par­te de mu­chos exi­lia­dos ha­cia los por ellos de­no­mi­na­dos “an­ti­guos re­si­den­tes”, tér­mi­no es­te que Cas­te­lao ja­más usa. El pa­ra­dig­ma de esa di­vi­sión es Méxi­co, don­de im­pe­ra la se­pa­ra­ción de es­fe­ras de so­cia­bi­li­dad en­tre exi­lia­dos y emi­gran­tes es­pa­ño­les. De ahí que Cas­te­lao acos­tum­bre a re­fe­rir­se a Me­xi­co co­mo «o Ma­drid me­xi­ca­no», el ni­do de las in­tri­gas de In­da­le­cio Prie­to y de los co­ri­feos que trans­por­tan el ca­dá­ver de la Re­pú­bli­ca.22
Por el con­tra­rio, Cas­te­lao pa­sa a abri­gar una cre­cien­te va­lo­ra­ción po­si­ti­va de los cír­cu­los y gru­pos ga­lle­guis­tas re­pu­bli­ca­nos y (por lo me­nos por un tiem­po) iz­quier­dis­tas de los emi­gra­dos. Y pre­fie­re apo­yar­se en ellos. El 95% de los ga­lle­gos re­si­den­tes en el Río de la Pla­ta, lle­ga­rá a afir­mar, se­rían re­pu­bli­ca­nos y au­to­no­mis­tas, y nin­gu­na de sus aso­cia­cio­nes man­te­ndría re­la­cio­nes con el Go­bier­no de Fran­co: «los ga­lle­gos del Pla­ta pe­sa­rán de­ci­si­va­men­te so­bre nues­tra Ga­li­cia fu­tu­ra», es­cri­bi­rá en ene­ro de 1945.23
Es más, co­mo re­cor­da­rá opor­tu­na­men­te más tar­de, en­tre las pri­me­ras ins­ti­tu­cio­nes y or­ga­ni­za­cio­nes que man­tu­vie­ron ín­te­gro el fue­go sa­gra­do del re­pu­bli­ca­nis­mo en Bue­nos Ai­res es­tu­vo la Fe­de­ra­ción de So­cie­da­des Ga­lle­gas (FSG) des­de su fun­da­ción en 1921, la cual ha­bría re­pu­bli­ca­ni­za­do a la co­lec­ti­vi­dad in­mi­gran­te ga­lai­ca, ha­bía in­flui­do en la po­lí­ti­ca ga­lle­ga y, tras 1936, se ha­bría con­ver­ti­do en un pi­lar fun­da­men­tal de la cau­sa re­pu­bli­ca­na.24
En es­te sen­ti­do, Cas­te­lao pa­sa tam­bién a pro­fe­sar una cla­ra sim­pa­tía y a va­lo­rar a los emi­gran­tes ga­lle­gos “de éxi­to” que se man­tie­nen fie­les a la Re­pú­bli­ca y se ad­hie­ren al ideal ga­lle­guis­ta, com­pro­me­tien­do sus po­si­cio­nes y for­tu­nas. Esa va­lo­ra­ción es an­te­rior al he­cho, re­gis­tra­ble des­de 1942, de que pa­sa­se a de­pen­der eco­nó­mi­ca­men­te de las con­tri­bu­cio­nes de al­gu­nos de esos emi­gra­dos de éxi­to, des­pués que con­clu­ye­se su tra­ba­jo en la edi­to­rial Atlán­ti­da. Ya an­tes de lle­gar a la Ar­gen­ti­na Cas­te­lao de­po­si­ta sus es­pe­ran­zas en esos ga­lle­gos pu­dien­tes que pue­den ayu­dar a la re­cons­truc­ción en Amé­ri­ca de ins­ti­tu­cio­nes cul­tu­ra­les ga­lle­guis­tas co­mo el Se­mi­na­rio de Es­tu­dos Ga­le­gos. Esa eli­te de emi­gran­tes de éxi­to y más o me­nos com­pro­me­ti­da con el ideal ga­lle­guis­ta y re­pu­bli­ca­no es lo que echa en fal­ta en los EE.UU., país don­de re­si­de en­tre fi­nes de 1938 y ju­nio de 1940, y don­de des­cu­bre la exis­ten­cia de una co­lec­ti­vi­dad en­tre­ga­da a la so­li­da­ri­dad con la Re­pú­bli­ca, pe­ro com­pues­ta ma­yo­ri­ta­ria­men­te por ma­ri­ne­ros y obre­ros in­dus­tria­les, muy in­flui­dos por el anar­quis­mo y el mo­vi­mien­to obre­ro nor­tea­me­ri­ca­no en ge­ne­ral.25
Ade­más de ello, Cas­te­lao res­pon­sa­bi­li­za­ba a la di­vi­sión en par­ti­dos que in­tro­du­ci­rían los exi­lia­dos de frus­trar la uni­dad an­ti­fas­cis­ta rei­nan­te has­ta me­dia­dos de 1939, alec­cio­na­do por los en­fren­ta­mien­tos en­tre anar­quis­tas y co­mu­nis­tas en el se­no de las So­cie­da­des His­pa­nas Con­fe­de­ra­das y del Fren­te Po­pu­lar An­ti­fas­cis­ta Ga­lle­go de Nue­va York, en los que se vio mez­cla­do in­di­rec­ta­men­te.
Dis­pu­tas que die­ron al tras­te con pla­nes an­te­rio­res de Cas­te­lao, co­mo la cons­ti­tu­ción y re­for­za­mien­to de una or­ga­ni­za­ción de ayu­da a los ga­lle­gos re­fu­gia­dos crea­da en Bar­ce­lo­na du­ran­te la Gue­rra Ci­vil, la ca­na­li­za­ción de fon­dos pa­ra la re­pa­tria­ción ex­clu­si­va de los re­fu­gia­dos ga­lle­gos en Fran­cia o la re­cons­ti­tu­ción de una suer­te de or­ga­ni­za­ción ga­lle­guis­ta en Amé­ri­ca. Só­lo su ex­pe­rien­cia cu­ba­na fue di­fe­ren­te. En­tre no­viem­bre de 1938 y fe­bre­ro de 1939 el lí­der ga­lle­guis­ta par­ti­ci­pa ac­ti­va­men­te con su pa­la­bra y su plu­ma en la cam­pa­ña a fa­vor de la can­di­da­tu­ra uni­ta­ria y pro-re­pu­bli­ca­na en las elec­cio­nes par­cia­les de la Asam­blea de Apo­de­ra­dos del Cen­tro Ga­lle­go de La Ha­ba­na, ce­le­bra­das en ene­ro de 1939. El éxi­to re­pu­bli­ca­no en esos co­mi­cios creó en Cas­te­lao una nue­va fe en las po­si­bi­li­da­des de mo­vi­li­za­ción de la co­lec­ti­vi­dad ga­lle­ga con ba­se en la uni­dad an­ti­fas­cis­ta, re­pu­bli­ca­na y au­to­no­mis­ta, que do­ta­se de nue­vas eli­tes di­ri­gen­tes a las aso­cia­cio­nes de emi­gran­tes ga­lle­gos. Así ha­bía si­do el ca­so de la Her­man­dad Ga­lle­ga cons­ti­tui­da en­tre los so­cios pro-re­pu­bli­ca­nos del Cen­tro Ga­lle­go ha­ba­ne­ro. A pos­te­rio­ri, Cas­te­lao res­pon­sa­bi­li­za­rá al «di­vi­sio­nis­mo par­ti­dis­ta»,26 y en­tre otros a los gru­pos co­mu­nis­tas, de frus­trar el cli­ma de uni­dad, cul­pán­do­les de que los fran­quis­tas vol­vie­sen a re­con­quis­tar el Cen­tro Ga­lle­go ha­ba­ne­ro en 1941.
La ex­pe­rien­cia cu­ba­na le pa­re­ce­rá apli­ca­ble más tar­de a Bue­nos Ai­res. Vuel­to a EE. UU. le sor­pren­de la de­rro­ta fi­nal de la Re­pú­bli­ca es­pa­ño­la en abril de 1939. No quie­re que­dar­se en un país cu­ya len­gua des­co­no­ce y don­de se en­con­tra­ba «aplas­ta­do, en­tris­te­ci­do y can­sa­do», pues «a mis años ya no lo­gra­ría ser bo­xea­dor. Ni ten­go va­lor pa­ra ven­der co­caí­na o im­por­tar chi­nos»27.
Con to­do, y pe­se a que sur­ge la po­si­bi­li­dad de re­fu­giar­se en Me­xi­co, Cas­te­lao pre­fe­ri­rá es­pe­rar a las ar­duas ges­tio­nes que lle­van a la ob­ten­ción de su per­mi­so de in­gre­so en la Ar­gen­ti­na. ¿Por qué? En Mé­xi­co no hay co­lec­ti­vi­dad ga­lle­ga que lo aco­ja, ni gru­po cons­ti­tui­do del Par­ti­do Ga­le­guis­ta su­fi­cien­te­men­te ope­ra­ti­vo que le pro­por­cio­ne ga­ran­tías. Bue­nos Ai­res era una op­ción mu­cho más atrac­ti­va: en ju­lio de 1939 afir­ma­ba: «Qui­zá me mar­che a Chi­le pa­ra es­pe­rar la en­tra­da en la Ar­gen­ti­na, con cu­yo país sue­ño. […] Allá en la Ar­gen­ti­na ha­ría mu­chas co­sas si me de­ja­ran en­trar»28.
No só­lo se tra­ta­ba del he­cho de que la je­fa­tu­ra del Par­ti­do Ga­le­guis­ta (PG), al que Cas­te­lao per­te­ne­cía, hu­bie­se re­caí­do en el Gru­po Ga­le­guis­ta de Bue­nos Ai­res des­de que la Se­cre­ta­ría Eje­cu­ti­va se hu­bie­se te­ni­do que re­fu­giar en Fran­cia. O de que allí re­si­die­sen par­te de sus ami­gos de ju­ven­tud.
Cas­te­lao era cons­cien­te, ya des­de al me­nos 1936-37, de la tras­cen­den­cia po­lí­ti­ca del he­cho de que la ciu­dad más gran­de de Ga­li­cia fue­se Bue­nos Ai­res,29 y que por lo tan­to las po­si­bi­li­da­des de mo­vi­li­za­ción po­lí­ti­ca de la co­lec­ti­vi­dad ga­lle­ga fue­sen mu­cho ma­yo­res.
En el Río de la Pla­ta era don­de me­jor se pre­sen­ta­ba la es­truc­tu­ra de opor­tu­ni­da­des pa­ra su pro­yec­to de ac­tua­ción ga­lle­guis­ta en Amé­ri­ca. Pues allí exis­tía un am­bien­te más fa­vo­ra­ble que en otras par­tes de Amé­ri­ca pa­ra el in­flu­jo de los ga­lle­guis­tas en las co­lec­ti­vi­da­des de emi­gran­tes.
Fac­to­res de­ter­mi­nan­tes de ese am­bien­te eran la fun­da­ción de la Aso­cia­ción Ca­sa de Ga­li­cia, con el co­ro Ul­treia y el an­ti­guo Gru­po Ga­le­guis­ta co­mo sec­cio­nes au­tó­no­mas del mis­mo; la tra­yec­to­ria de la FSG, si bien Cas­te­lao en es­ta eta­pa no ca­li­bra ade­cua­da­men­te que no son los ga­lle­guis­tas quie­nes pre­do­mi­nan den­tro de ella; o el he­cho de que des­de oc­tu­bre de 1938 el po­de­ro­so Cen­tro Ga­lle­go es­tu­vie­se en ma­nos de una can­di­da­tu­ra pro-re­pu­bli­ca­na uni­ta­ria, ba­jo la pre­si­den­cia de Xo­sé Nei­ra Vi­dal y con­tan­do co­mo se­cre­ta­rio al ga­lle­guis­ta Ro­dol­fo Pra­da, aun­que en las elec­cio­nes par­cia­les de 1939 la an­ti­gua en­ten­te re­pu­bli­ca­na ha­bía em­pe­za­do a su­frir fi­su­ras, que se irán en­san­chan­do en los años cua­ren­ta.
En con­se­cuen­cia, su ida a Bue­nos Ai­res se le pre­sen­tó co­mo la po­si­bi­li­dad más ra­zo­na­ble de lan­zar su pro­yec­to po­lí­ti­co de li­de­rar la “Ga­li­cia ideal” ame­ri­ca­na, de­po­si­ta­ria de la le­gi­ti­mi­dad re­pu­bli­ca­na y au­to­no­mis­ta mientras Ga­li­cia si­guie­se aplas­ta­da ba­jo la ga­rra fran­quis­ta.
Re­cién arri­ba­do a la ca­pi­tal ar­gen­ti­na, Cas­te­lao ha­rá uso es­tra­té­gi­ca­men­te de su pa­sa­do emi­gran­te. Mien­tras atra­vie­sa el Atlán­ti­co des­de Nue­va York rum­bo al Sur, co­mo be­lla­men­te ex­pre­sa en los pá­rra­fos fi­na­les del li­bro II de Sem­pre en Ga­li­za, re­me­mo­ra su pri­mer via­je en 1895 ha­cia la Ar­gen­ti­na, co­mo emi­gran­te, mien­tras aho­ra es «un re­fu­xia­do po­lí­ti­co a quen lle ne­ga­ron to­da car­ta de ci­da­da­nía»30; pe­ro al­gún ha­da des­co­no­ci­da le lle­va de nue­vo a ese país. Aun­que si­gue cre­yen­do que «a no­sa emi­gra­ción pa­ré­ce­me o erro máis te­rri­ble que co­me­teu Ga­li­za»31, tam­bién in­tu­ye que es un fe­nó­me­no com­ple­jo, «un sa­ri­llo de moi­tos fíos»32. Pues en la vo­lun­tad de mu­chos emi­gran­tes hay cau­sas más po­de­ro­sas que la po­bre­za. Cau­sas que no sa­be ex­pli­car, pe­ro in­tu­ye que son de na­tu­ra­le­za me­ta­fí­si­ca, una suer­te de al­ma via­je­ra que ex­pre­sa poé­ti­ca­men­te en el con­ti­nuo lle­gar de tri­bus po­bla­do­ras en el pa­sa­do a un Fi­nis Te­rrae con­ce­bi­do co­mo fin del mun­do.33
Cuan­do de­sem­bar­ca en Bue­nos Ai­res, y pe­se a re­co­no­cer que no pue­de ocul­tar su con­di­ción de des­te­rra­do po­lí­ti­co, Cas­te­lao tam­bién quie­re su­bra­yar que es un exi­lia­do di­fe­ren­te, pues «ei­quí me criei i ei­quí ve­ño en­ve­lle­cer»34. En Bue­nos Ai­res se sen­ti­rá más cer­ca de su pa­tria que en Ma­drid.
De ahí que afir­me que «soio me sin­to emi­gran­te den­des que che­guei a es­te país»35. Y, de he­cho, la en­tu­sias­ta aco­gi­da dis­pen­sa­da a Cas­te­lao le hi­zo sen­tir­se que­ri­do por la co­lec­ti­vi­dad ga­lle­ga, por lo me­nos du­ran­te un tiem­po. La pren­sa ga­lai­ca de Bue­nos Ai­res lo aco­gió fer­vo­ro­sa­men­te y has­ta in­clu­yó la ela­bo­ra­ción de un per­fil psi­co­ló­gi­co del rian­xei­ro en el que se des­ta­ca­ba la iden­ti­fi­ca­ción en­tre su yo y el yo co­lec­ti­vo del pue­blo ga­lle­go.36
Lo mis­mo se pue­de de­cir de la ma­yo­ría de las en­ti­da­des de la co­lec­ti­vi­dad ga­lle­ga de Bue­nos Ai­res y de otras ciu­da­des ar­gen­ti­nas, co­mo Ro­sa­rio, que le tri­bu­ta­ron nu­me­ro­sos ho­me­na­jes.
Pa­ra­le­la­men­te a esa ac­ti­vi­dad, Cas­te­lao asu­me su pa­pel de lí­der del ga­lle­guis­mo po­lí­ti­co or­ga­ni­za­do. En pri­mer lu­gar, in­ten­ta reor­ga­ni­zar las fuer­zas del na­cio­na­lis­mo. Pa­ra ello, con­ci­be el pro­yec­to de la Ir­man­da­de Ga­le­ga37, or­ga­ni­za­ción de orien­ta­ción ga­lle­guis­ta pe­ro su­pra­par­ti­da­ria, de­se­chan­do pro­pues­tas que in­ci­dían más bien en re­for­zar la co­he­sión in­ter­na del Gru­po Ga­le­guis­ta en Bue­nos Ai­res. Co­mo fa­se si­guien­te de aquel pro­yec­to su­pra­par­ti­da­rio, Cas­te­lao con­ci­bió la po­si­ble cons­ti­tu­ción de un co­mi­té o con­se­jo re­pre­sen­ta­ti­vo de la Ga­li­cia emi­gra­da.
Con el nom­bre de Xun­ta de Ga­li­za38, es­te co­mi­té ha­bría de con­ver­tir­se en de­po­si­ta­rio de los an­he­los au­to­no­mis­tas y de la vo­lun­tad re­pu­bli­ca­na del país. Una le­gi­ti­mi­dad que al no po­der ex­pre­sar­se li­bre­men­te el pue­blo ga­lle­go, ha­bía de ser os­ten­ta­da tran­si­to­ria­men­te por los emi­gra­dos a tra­vés de sus di­ri­gen­tes e ins­ti­tu­cio­nes re­pre­sen­ta­ti­vas, me­dian­te el nue­vo or­ga­nis­mo, que ejer­ce­ría el de­re­cho de ini­cia­ti­va an­te los Go­bier­nos vas­co y ca­ta­lán y an­te el Go­bier­no re­pu­bli­ca­no es­pa­ñol, reu­nien­do a «to­dol-os ga­le­gos li­bres de Amé­ri­ca n-un­ha soia von­ta­de pa­trió­ti­ca, po­ñen­do por ri­ba das am­bi­cións de par­ti­do o amor a Ga­li­za e â sua li­ber­da­de».39
El pro­yec­to, no obs­tan­te, fue arrin­co­na­do al con­ce­bir­se y lle­var­se ade­lan­te un di­se­ño ins­ti­tu­cio­nal al­ter­na­ti­vo: la cons­ti­tu­ción de un or­ga­nis­mo fi­dei­co­mi­sa­rio del pue­blo ga­lle­go, cu­ya ba­se de le­gi­ti­mi­dad se­rán los di­pu­ta­dos ga­lle­gos a Cor­tes elec­tos en fe­bre­ro de 1936, y que de­be­ría ser ca­paz de equi­pa­rar­se a los Go­bier­nos ca­ta­lán y vas­co en el exi­lio, así co­mo de ac­tuar con­jun­ta­men­te con ellos de ca­ra a la reins­tau­ra­ción de una Re­pú­bli­ca fe­de­ral en Es­pa­ña. Así se lle­ga­rá a la fun­da­ción del Con­se­llo de Ga­li­za40 en oc­tu­bre de 1944. Pe­ro después de esto, y pe­se a arro­par­se en una ins­ti­tu­ción cu­ya ba­se de le­gi­ti­mi­dad son los di­pu­ta­dos exi­lia­dos, Cas­te­lao no va a aban­do­nar su con­si­de­ra­ción de la Ga­li­cia emi­gra­da co­mo fuen­te al­ter­na­ti­va e, in­clu­so, su­pe­rior de le­gi­ti­mi­dad po­lí­ti­ca. Cuan­do, tras su par­ti­ci­pa­ción en las Cor­tes de la Re­pú­bli­ca en el exi­lio ce­le­bra­das en Méxi­co (oc­tu­bre-no­viem­bre de 1945), Cas­te­lao re­cu­pe­ra al­go del op­ti­mis­mo per­di­do pa­ra al­can­zar una uni­dad ga­lle­ga re­pu­bli­ca­na en to­da Amé­ri­ca, pero se­gui­rá mos­tran­do su pre­fe­ren­cia por el mo­de­lo im­pe­ran­te en el Río de la Pla­ta: la fór­mu­la de la uni­dad su­pra­par­ti­da­ria y ga­lle­guis­ta, con mez­cla de nue­vos exi­lia­dos y vie­jos re­si­den­tes.41
Con­ce­bía ade­más su mi­sión en tér­mi­nos más am­plios que iban más allá de la me­ra es­tra­te­gia po­lí­ti­ca cir­cuns­tan­cial de ca­ra a la pre­vis­ta caí­da del ré­gi­men fran­quis­ta. Se tra­ta­ba tam­bién de con­tri­buir a la de­fi­ni­ti­va re­ga­lle­gui­za­ción de las co­lec­ti­vi­da­des ga­lle­gas de Amé­ri­ca, em­pe­zan­do por la del Río de la Pla­ta, evi­tan­do que se con­fun­die­se con el con­jun­to de la co­lec­ti­vi­dad es­pa­ño­la, co­mo en par­te ha­bía acae­ci­do du­ran­te la Gue­rra Ci­vil. En mar­zo de 1946, Cas­te­lao se­rá ex­plí­ci­to al res­pec­to: fue­ra de al­gu­nos nú­cleos, an­tes de su lle­ga­da «Ga­li­za non ei­sis­tía en Amé­ri­ca […] can­do eu che­guei No­va York, Ha­ba­na, Mon­te­vi­deo e cá­se­que to­do Bos Ai­res era pu­ra “es­pa­ño­la­da”, tan­to nun ban­do co­mo no ou­tro, e no dos re­pu­bli­cáns ti­ña un soio ar­can­xo: Gar­cía Lor­ca»42. Sal­var a las en­ti­da­des ga­lle­gas del di­vi­sio­nis­mo par­ti­dis­ta, a tra­vés de la Ir­man­da­de Ga­le­ga co­mo fór­mu­la y de la agru­pa­ción de aso­cia­cio­nes ga­lle­gas en Cen­tros Pro­vin­cia­les, su­po­nía tam­bién ais­lar­las del “in­fier­no” de la uni­dad es­pa­ño­la, cu­yo fue­go era avi­va­do por los exi­lia­dos re­pu­bli­ca­nos.
De no ha­ber si­do así, la emi­gra­ción ga­lle­ga en Amé­ri­ca es­ta­ría «apo­li­lla­da, xa non pol-o hes­pa­ño­lis­mo uni­ta­ris­ta, se­nón pol-o di­vi­sio­nis­mo par­ti­dis­ta»43 lle­va­do por los re­fu­gia­dos re­pu­bli­ca­nos. Los emi­gra­dos, al con­tra­rio que los exi­lia­dos, no en­ten­de­rían de par­ti­dos: su mun­do eran las ideas ge­ne­ra­les y el pa­trio­tis­mo. En vez de ena­je­nar­se su vo­lun­tad, los exi­lia­dos ga­lle­guis­tas ha­brían he­cho de las co­lec­ti­vi­da­des ga­lle­gas en Amé­ri­ca un pue­blo con más con­cien­cia na­cio­nal que la pro­pia Ga­li­cia en 1936.44
La in­ter­pre­ta­ción del po­lí­ti­co ga­lle­guis­ta era cla­ra­men­te ins­tru­men­tal en su vi­sión es­tra­té­gi­ca. Pe­ro tam­bién es cier­to que Cas­te­lao va a ma­ti­zar en Bue­nos Ai­res al­gu­nas de sus ideas so­bre la emi­gra­ción y los emi­gran­tes. Así, des­cu­bre a los “emi­gra­dos de éxi­to” com­pro­me­ti­dos con su país de ori­gen. Igual­men­te, pro­cu­ra en to­do mo­men­to apo­yar­se en los an­ti­guos emi­gra­dos, en quie­nes no só­lo ve a emi­gran­tes que par­tie­ron en bús­que­da de un mun­do me­jor. Tam­bién con­tem­pla en ellos, de al­gún mo­do, des­te­rra­dos po­lí­ti­cos, que ha­bían huí­do de un in­jus­to y cla­sis­ta ser­vi­cio mi­li­tar. En 1945 re­cor­da­rá que los emi­gran­tes po­dían ocu­par el lu­gar de la ine­xis­ten­te bur­gue­sía ga­lle­guis­ta en Ga­li­cia, pro­por­cio­nan­do me­dios y fi­jan­do ob­je­ti­vos, sin su­je­tar­se a la dis­ci­pli­na rí­gi­da del par­ti­do o par­ti­dos na­cio­na­lis­tas.45
Cas­te­lao con­si­de­ra­rá que su co­me­ti­do es guiar el pro­ce­so de uni­fi­ca­ción de es­fuer­zos de la co­lec­ti­vi­dad ga­lle­ga por en­ci­ma de las com­po­nen­das y pac­tos de sus éli­tes di­ri­gen­tes. Pues la co­lec­ti­vi­dad «aín­da non é un­ha ma­sa; é un amoa­do co que al­gúns fan fi­lloas no tem­po de elei­cións»46. Pe­se a su des­con­fian­za en mu­chos di­ri­gen­tes de aso­cia­cio­nes, man­te­nía su fe inal­te­ra­ble en «no­sos emi­gra­dos, que en con­xun­to tra­sun­tan vir­tu­des asom­bro­sas»47.
Pues en ellos es­ta­ría la cor­du­ra, en los que «ca­lan e tra­ba­llan»48, y no en quie­nes «fa­lan pa­ra in­te­rrum­pir a obra dos de­mais»49, alu­sión pro­ba­ble a las po­lé­mi­cas man­te­ni­das con Blan­co Amor, una bue­na par­te de la FSG, los di­ri­gen­tes del Cen­tro Ga­lle­go o los re­pu­bli­ca­nos es­pa­ño­les exi­lia­dos en Bue­nos Ai­res y que te­nían co­mo por­ta­voz Es­pa­ña Re­pu­bli­ca­na.50
En fun­ción de esa pre­fe­ren­cia por la uni­fi­ca­ción de es­fuer­zos, Cas­te­lao ve­rá con bue­nos ojos la reor­ga­ni­za­ción de las aso­cia­cio­nes lo­ca­les y co­mar­ca­les de emi­gran­tes ga­lle­gos en Cen­tros Pro­vin­cia­les, aus­pi­cia­da por los ga­lle­guis­tas, co­mo una pre­ci­sa coor­di­na­ción de es­fuer­zos dis­per­sos que lle­ven a la fun­da­ción de una o va­rias gran­des en­ti­da­des que no se cen­tren en la la­bor mu­tua­lis­ta, si­no en la cul­tu­ral y pa­trió­ti­ca. Ello ha­bría de ser­vir ade­más pa­ra ga­ran­ti­zar el pres­ti­gio de la co­lec­ti­vi­dad, de en­tra­da an­te la so­cie­dad ar­gen­ti­na, pe­ro tam­bién an­te la se­gun­da ge­ne­ra­ción de hi­jos de ga­lle­gos. El po­lí­ti­co rian­xei­ro ala­ba así la cons­ti­tu­ción del Cen­tro Oren­sa­no, más tar­de del Pon­te­ve­drés y del Lu­cen­se —no vi­vi­rá pa­ra asis­tir al na­ci­mien­to del Cen­tro Co­ru­ñés.
Con to­do, co­mien­za a vis­lum­brar que los di­ri­gen­tes del Cen­tro Ga­lle­go no siem­pre es­tán dis­pues­tos a res­pe­tar el ma­yo­ri­ta­rio sen­ti­mien­to re­pu­bli­ca­no de sus so­cios. Así tu­vo ya opor­tu­ni­dad de apre­ciar en el oto­ño de 1941, des­pués de epi­so­dios co­mo la iza­da mo­men­tá­nea de la ban­de­ra bi­co­lor es­pa­ño­la en es­ta ins­ti­tu­ción. Y así se se­gui­rá ma­ni­fes­tan­do en las oca­sio­na­les dis­pu­tas por ban­de­ras o apro­xi­ma­cio­nes cir­cuns­tan­cia­les y más o me­nos fre­cuen­tes a la em­ba­ja­da fran­quis­ta. De ahí que, so­bre to­do des­de co­mien­zos de 1946 y an­te el ries­go de que ga­nen las elec­cio­nes en el Cen­tro Ga­lle­go los “apo­lí­ti­cos”, dis­pues­tos en rea­li­dad a en­ten­der­se con la re­pre­sen­ta­ción en la Ar­gen­ti­na del ré­gi­men fran­quis­ta, Cas­te­lao pa­se a pro­pug­nar abier­ta­men­te que los bue­nos re­pu­bli­ca­nos y ga­lle­guis­tas con­for­men una nue­va can­di­da­tu­ra de uni­dad, co­mo en 1938.
Cas­te­lao, con to­do, te­nía una Ga­li­cia ideal en la que apo­yar­se y re­fu­giar­se. De he­cho, du­ran­te su eta­pa co­mo mi­nis­tro del Go­ber­no de con­cen­tra­ción re­pu­bli­ca­no pre­si­di­do por Jo­sé Gi­ral en Pa­rís, en­tre ju­lio de 1946 y ene­ro de 1947, se sen­ti­rá ais­la­do, sin apo­yo or­ga­ni­za­ti­vo, y sin el re­ga­zo de una co­lec­ti­vi­dad sig­ni­fi­ca­ti­va de emi­gran­tes ga­lle­gos. Por el con­tra­rio, los “ga­lle­gos de Fran­cia”, se­gún re­co­no­cía el pro­pio Cas­te­lao en abril de 1947, eran en su gran ma­yo­ría exi­lia­dos, fie­les a la dis­ci­pli­na de los par­ti­dos re­pu­bli­ca­nos y de iz­quier­da, que es­ta­ban in­te­gra­dos en otras pla­ta­for­mas que lo ig­no­ra­ron. El cli­ma po­lí­ti­co del exi­lio re­pu­bli­ca­no es­pa­ñol en Fran­cia, di­rá en car­ta pos­te­rior a su pri­mo Al­fre­do So­mo­za, era una suer­te de me­tás­ta­sis del cán­cer del «Ma­drid me­xi­ca­no».51
Tras la cri­sis del Go­bier­no Gi­ral, de la fal­ta de reac­ción de la ONU y de las po­ten­cias oc­ci­den­ta­les an­te el Go­bier­no de Fran­co, y an­te la cons­ta­ta­ción de la con­ti­nui­dad de las di­vi­sio­nes par­ti­dis­tas en el exi­lio, que ade­más ig­no­ra­ban su con­cur­so, in­clui­dos los na­cio­na­lis­tas vas­cos, otro­ra ad­mi­ra­dos por el po­lí­ti­co ga­lle­go, a Cas­te­lao só­lo le res­ta­ba vol­ver a Bue­nos Ai­res y en­con­trar «a quen­tu­ra dos ve­llos emi­gran­tes»52, los úni­cos que le ha­bían res­pal­da­do. Allí man­ten­drá en­cen­di­do el fue­go sa­gra­do del ga­lle­guis­mo en es­pe­ra de tiem­pos me­jo­res, y pro­cu­ra­rá fo­men­tar el de­sa­rro­llo de la con­cien­cia na­cio­nal en­tre los ga­lle­gos emi­gra­dos.53
Co­mo el in­te­lec­tual ga­lle­guis­ta Ra­món Ote­ro Pe­dra­yo de­jó es­cri­to, tras reen­con­trar a Cas­te­lao en Bue­nos Ai­res en agos­to de 1947 —con mo­ti­vo del via­je de aquél a la Ar­gen­ti­na co­mo in­vi­ta­do del Cen­tro Ga­lle­go por­te­ño—, de no es­tar en Ga­li­cia el rian­xei­ro só­lo po­día ser di­cho­so en Bue­nos Ai­res, don­de po­día es­cu­char por la ca­lle to­dos los dia­lec­tos del idio­ma ga­lle­go. Pe­ro no só­lo era eso. En los emi­gra­dos se­gui­ría es­tan­do vi­va la au­tén­ti­ca Ga­li­cia re­pu­bli­ca­na. Co­mo es­cri­bi­rá en sep­tiem­bre de 1947, «a for­za au­to­no­mis­ta e re­pu­bli­cán dos emi­gra­dos ga­le­gos de BBAA […] su­ma máis que to­dal-as for­zas xun­tas do re­pu­bli­ca­nis­mo re­pre­sen­ta­do no ac­tual Go­ber­no [Al­bor­noz]»54.
Ello pe­se a que el ré­gi­men im­pe­ran­te en la Ar­gen­ti­na, el pe­ro­nis­ta, no ocul­ta­ba sus bue­nas re­la­cio­nes di­plo­má­ti­cas con la dic­ta­du­ra fran­quis­ta. Pe­ro los exi­lia­dos ga­lle­gos ya des­de 1944 dis­fru­ta­ban de una li­ber­tad de mo­vi­mien­tos re­la­ti­va­men­te am­plia den­tro del país pa­ra sus ac­ti­vi­da­des pú­bli­cas, so­bre to­do pa­ra reu­nio­nes, ac­tos y con­fe­ren­cias, en par­te por la in­di­fe­ren­cia de las au­to­ri­da­des pe­ro­nis­tas an­te el ac­cio­nar de re­fu­gia­dos que no se in­vo­lu­cra­ban en la po­lí­ti­ca in­te­rior del país.
De he­cho, Cas­te­lao no alu­de en sus car­tas de es­ta eta­pa al ré­gi­men pe­ro­nis­ta. In­clu­so, en di­ciem­bre de 1947 re­co­men­da­rá vi­va­men­te a su pri­mo, el di­pu­ta­do re­pu­bli­ca­no Al­fre­do So­mo­za, que se di­ri­ja a la Ar­gen­ti­na y que no dé cré­di­to a los «es­pe­llis­mos fa­bri­ca­dos pol-a li­te­ra­tu­ra, máis in­te­re­sa­da que sin­cei­ra, dos re­pu­bli­ca­nos»55. Una co­sa se­ría el pue­blo ar­gen­ti­no, pro­fun­da­men­te so­li­da­rio con los re­pu­bli­ca­nos, y otra el Go­bier­no pe­ro­nis­ta: «sem­pre se­rá pre­fe­ri­ble vi­vir n-ún país on­de o po­vo é ami­go a vi­vir n-ún­ha na­ción en que o ami­go úni­co é o go­ber­no»56.
Cas­te­lao se su­mer­gi­rá ple­na y fe­bril­men­te en la la­bor po­lí­ti­ca ga­lle­guis­ta del exi­lio a lo lar­go de la se­gun­da mi­tad de 1947 y du­ran­te el año 1948, mien­tras las fuer­zas —los pri­me­ros sín­to­mas del cán­cer que lo pos­tró se ma­ni­fes­ta­ron du­ran­te su es­tan­cia fran­ce­sa— no le fal­ten. Es­cri­be ar­tí­cu­los, man­tie­ne un cier­to con­trol, no exen­to de fric­cio­nes, so­bre la re­vis­ta Ga­li­cia del Cen­tro Ga­lle­go di­ri­gi­da por Luis Seoa­ne, pro­nun­cia dis­cur­sos…57 Pe­ro el po­lí­ti­co rian­xei­ro aún ten­drá tiem­po de su­frir dis­gus­tos en su Ga­li­cia ideal. A pe­sar de se­guir re­ci­bien­do ho­me­na­jes de di­ver­sos cen­tros y en­ti­da­des, Cas­te­lao po­drá asis­tir po­co an­tes de su fa­lle­ci­mien­to a dos fe­nó­me­nos pa­ra­le­los.
En pri­mer lu­gar, el au­men­to de la con­flic­ti­vi­dad in­ter­na den­tro de la Fe­de­ra­ción de So­cie­da­des Ga­lle­gas en­tre 1948 y 1950, cuan­do ten­drá lu­gar una fuer­te com­pe­ten­cia in­ter­na den­tro de la FSG en­tre co­mu­nis­tas y “fe­de­ra­les” re­pu­bli­ca­nos. Esas de­sa­ve­nen­cias in­ter­nas, ade­más, co­men­za­ron a te­ner re­fle­jo en el se­no de va­rias so­cie­da­des lo­ca­les de emi­gra­dos.
Un se­gun­do fe­nó­me­no era la len­ta pe­ro pro­gre­si­va clau­di­ca­ción de las éli­tes di­ri­gen­tes del Cen­tro Ga­lle­go an­te las pre­sio­nes de la Em­ba­ja­da fran­quis­ta. Y, con ellas, de to­da una ca­pa de no­ta­bles de la co­lec­ti­vi­dad ga­lle­ga más preo­cu­pa­dos por su sta­tus so­cial, por su re­co­no­ci­mien­to an­te la so­cie­dad re­cep­to­ra y, de pa­so, por las au­to­ri­da­des di­plo­má­ti­cas del Es­ta­do fran­quis­ta, que por la cau­sa de la Re­pú­bli­ca y de los de­re­chos co­lec­ti­vos de Ga­li­cia. El nue­vo pre­si­den­te del Cen­tro Ga­lle­go des­de 1947, Jo­sé Vi­lla­ma­rín, se apro­xi­ma­ba ca­da vez más al ré­gi­men im­pe­ran­te en Es­pa­ña me­dian­te di­ver­sos ges­tos sim­bó­li­cos pro­di­ga­dos a su re­pre­sen­ta­ción di­plo­má­ti­ca en Ar­gen­ti­na.
Cas­te­lao arre­me­te­rá con­tra los di­ri­gen­tes del Cen­tro Ga­lle­go en du­ros tér­mi­nos en la úl­ti­ma en­tre­vis­ta que con­ce­dió en vi­da, pu­bli­ca­da en el pe­rió­di­co Opi­nión Ga­lle­ga. Re­cor­da­rá en ella que la obra mu­tua­lis­ta y asis­ten­cial del Cen­tro ha­bía de com­ple­tar­se con una la­bor pa­trió­ti­co-cul­tu­ral, y ma­ni­fes­ta­rá su des­pre­cio por aque­lla “aris­to­cra­cia emi­gran­te” que no en­ten­día el sen­tir de la ma­sa emi­gra­da.58 No obs­tan­te, la du­ra in­ter­ven­ción de Cas­te­lao lle­gó de­ma­sia­do tar­de.
Una frus­tra­ción más pro­fun­da, con to­do, se­rá el in­tuir có­mo se­rá el nue­vo ti­po de in­mi­gran­te que lle­ga­rá al país tras la rea­nu­da­ción del flu­jo mi­gra­to­rio des­de Ga­li­cia a par­tir de 1946. Se­rá un emi­gran­te muy di­fe­ren­te so­cio­ló­gi­ca y po­lí­ti­ca­men­te del an­te­rior. So­cia­li­za­do en los años de ham­bre y mie­do de la pos­gue­rra, aquél era, en tér­mi­nos ge­ne­ra­les, me­nos ac­ti­vo po­lí­ti­ca y sin­di­cal­men­te, y más pro­pen­so a la su­mi­sión an­te las au­to­ri­da­des con­su­la­res fran­quis­tas. Cas­te­lao lo va ex­pre­sar, amar­ga­men­te, en su Men­sa­je co­mo pre­si­den­te del Con­se­llo de Ga­li­za fe­cha­do el 28 de ju­nio de 1949, uno de sus úl­ti­mos tex­tos, don­de alu­di­rá a la fal­ta de idea­les de­mo­crá­ti­cos de la nue­va ola de in­mi­gran­tes «que ve­ñen a en­ri­que­cer­se cos mé­to­dos co­rren­tes en Hes­pa­ña»59.
El es­pe­jo de la Ga­li­cia ideal pa­re­cía co­men­zar a que­brar­se tam­bién pa­ra el Cas­te­lao de los pos­tre­ros días. Y esa per­cep­ción pre­fi­gu­ra­ba de mo­do pre­mo­ni­to­rio lo que iban a ser las di­fi­cul­ta­des fu­tu­ras del ga­lle­guis­mo pa­ra so­bre­vi­vir en el exi­lio. Aun­que con la pre­si­den­cia de Xa­bier Váz­quez Igle­sias en la pri­me­ra mi­tad de la dé­ca­da de los cin­cuen­ta el Cen­tro Ga­lle­go pa­re­cía vol­ver al cau­ce re­pu­bli­ca­no y ga­lle­guis­ta, aque­llas di­fi­cul­ta­des cul­mi­na­rían en 1966 con la pér­di­da de la ins­ti­tu­ción a ma­nos de la can­di­da­tu­ra en­ca­be­za­da por el pro-fran­quis­ta Ra­món Mou­ren­te; con las di­vi­sio­nes den­tro del ga­lle­guis­mo por­te­ño a lo lar­go de la dé­ca­da de los cin­cuen­ta, y con la pro­gre­si­va pér­di­da de in­fluen­cia del ga­lle­guis­mo y del re­pu­bli­ca­nis­mo en va­rios de los Cen­tros Pro­vin­cia­les. Só­lo per­ma­ne­ce­rá co­mo un ba­luar­te re­pu­bli­ca­no, y no tan­to del ga­lle­guis­mo, la Fe­de­ra­ción de So­cie­da­des Ga­lle­gas, así co­mo va­rias en­ti­da­des lo­ca­les. Pe­ro Cas­te­lao no vi­vió pa­ra ver­lo.

Notas
1 – “Mou­ra far­tu­ra”: ne­gra har­tu­ra.
2 – Nú­ñez Sei­xas, X. M., O ga­le­guis­mo en Amé­ri­ca, 1879-1936, Sa­da-A Co­ru­ña: Eds. do Cas­tro, 1992, e id., Emi­gran­tes, ca­ci­ques e in­dia­nos, Vi­go: Eds. Xe­rais, 1998.
3 – “Ir­man­da­des da Fa­la”: Her­man­da­des de la Len­gua.
4 – Be­ra­men­di, J. G., «Es­truc­tu­ra e evo­lu­ción da ideo­lo­xía po­lí­ti­ca de Cas­te­lao», en id. y R. Vi­lla­res (eds.), Ac­tas Con­gre­so Cas­te­lao, San­tia­go de Com­pos­te­la: USC­/Xun­ta de Ga­li­cia­/Fun­da­ción Cas­te­lao, 1989, vol. I, 189-223; X. M. Mon­te­rro­so De­ve­sa, A emi­gra­ción en Cas­te­lao, Mon­te­vi­deo: Pa­tro­na­to da Cul­tu­ra Ga­le­ga, 1987, y C. Gon­zá­lez Pé­rez (ed.), Cou­sas da Vi­da no Fa­ro de Vi­go (1926-1933) por Cas­te­lao, San­tia­go de Com­pos­te­la: Fun­da­ción Cas­te­lao­/Con­se­llo da Cul­tu­ra Ga­le­ga, 2001.
5 – «ve­ñen pro­bes en­tran de noi­te»”: “(cuan­do) lle­gan po­bres en­tran de no­che”.
6 – Ca­ri­ca­tu­ra pu­bli­ca­da en Fa­ro de Vi­go, 10.4.1930, re­pro­du­ci­da en Gon­zá­lez Pé­rez, Cou­sas, p. 66.
7 – “—Xa non hai Amé­ri­ca pra nós. ¿Qué imos fa­cer ago­ra?/ – Pois… tra­ba­llar na no­sa te­rra”: “- Ya no hay Amé­ri­ca pa­ra no­so­tros. ¿Qué va­mos a ha­cer aho­ra? / – Pues… tra­ba­jar en nues­tro país”.
8 – Cas­te­lao, A. R., Obra Com­ple­ta (en ade­lan­te OC), Vi­go: Ga­la­xia, 2000, vol. I, 117-18.
9 – “O pai de Mi­gue­li­ño”: “El pa­dre de Mi­gue­li­to”.
10 – Dis­cur­so en las Cor­tes Cons­ti­tu­yen­tes, 18.9.1931, re­pro­du­ci­do en X. L. Gar­cía (ed.), Cas­te­lao, Ote­ro Pe­dra­yo, Vi­llar Pon­te, Suá­rez Pi­ca­llo. Dis­cur­sos par­la­men­ta­rios (1931-1933), Sa­da: Eds. do Cas­tro, 1978, 95-110.
11 – «en po­ten­cial eco­nó­mi­co, en ener­xía so­cial, en pu­lo cria­cio­nis­ta»: “en po­ten­cial eco­nó­mi­co, en ener­gía so­cial, en im­pul­so crea­dor”.
12 – Cas­te­lao, A. R., Sem­pre en Ga­li­za [1944], li­bro III, XXXV, en OC, vol. 2, p. 511.
13 – Os dous de sem­pre [1934], ca­pí­tu­lo XX­XIX, en OC, vol. I, 389-91.
14 – OC, vol. I, 187-88.
15 – Cas­te­lao, A. R., Sem­pre en Ga­li­za, Adro, III, en OC, vol. 2, p. 53.
16 – «No Día de Ga­li­cia de 1941», en OC, vol. 4, 453-57.
17 – Vid. las ano­ta­cio­nes de sus Ca­der­nos de Fran­cia, en OC, vol. 3, 630-35.
18 – Car­ta a sub­se­cre­ta­rio de pro­pa­gan­da del Mi­nis­te­rio de Es­ta­do, Bar­ce­lo­na, 28.3.1938 (OC, vol. 6, 278-81).
19 – Car­ta a los ga­lle­guis­tas del in­te­rior, 14.12.1944 (en OC, vol. 6, 471-88). «Son os que per­de­ron duas Re­pú­bli­cas e aín­da es­tán dis­pos­tos, se os dei­xa­ran, a per­der a ter­cei­ra»: “Son los que per­die­ron dos Re­pú­bli­cas y to­da­vía es­tán dis­pues­tos, si los de­ja­ran , a per­der la ter­ce­ra”.
20 – Vid. so­bre los con­tin­gen­tes es­ti­ma­dos de re­pu­bli­ca­nos exi­lia­dos es­pa­ño­les D. Sch­warzs­tein, En­tre Fran­co y Pe­rón. Me­mo­ria e iden­ti­dad del exi­lio re­pu­blia­no es­pa­ñol en Ar­gen­ti­na, Bar­ce­lo­na: Crí­ti­ca, 2001, 83-84. So­bre los ga­lle­gos, cf. Com­pen­dio bio­bi­blio­grá­fi­co dos exi­lia­dos ga­le­gos. Un­ha pri­mei­ra ache­ga, San­tia­go de Com­pos­te­la: Con­se­llo da Cul­tu­ra Ga­le­ga, 2001.
21 – Vid. OC, vol. 6, 431-49.
22 – Car­ta a Jo­sé An­to­nio Agui­rre, 3.1.1945 (en OC, vol. 6, 489-502).
23 – Car­ta a Ma­nuel Mar­tí­nez-Ris­co, Bue­nos Ai­res, 23.1.1945 (en OC, vol. 6, 502-08).
24 – «Elo­xio da Fe­de­ra­ción de So­cie­da­des Ga­le­gas», Bue­nos Ai­res, oc­tu­bre de 1948, en OC, vol. 4, 557-59.
25 – Car­ta a los ga­lle­guis­tas de Bue­nos Ai­res des­de Nue­va York, 11.12.1939 (en OC, vol. 6, 322-28).
26 – Car­ta a Ger­mán Vi­dal Ba­rrei­ro, Bue­nos Ai­res, 30.11.1944 (en OC, vol. 6, 463-66).
27 – Car­tas a Luis Ama­do-Blan­co, Nue­va York, 6.3.1939 y 24.6.1939 (Ar­chi­vo Ama­do-Blan­co, La Ha­ba­na).
28 – Car­ta a Luis Ama­do-Blan­co, s.l. (tren ca­mi­no de Ca­li­for­nia), 12.7.1939 (Ar­chi­vo Ama­do Blan­co, La Ha­ba­na).
29 – En 1914, se pue­de es­ti­mar que unos 150.000 ga­lle­gos vi­vían en la ca­pi­tal ar­gen­ti­na. A Co­ru­ña te­nía por la mis­ma épo­ca unos 60.000 ha­bi­tan­tes, y era la ciu­dad más gran­de de la Ga­li­cia eu­ro­pea con di­fe­ren­cia so­bre Vi­go, que ape­nas con­ta­ba unos 40.000.
30 – «un re­fu­xia­do po­lí­ti­co a quen lle ne­ga­ron to­da car­ta de ci­da­da­nía»: “un re­fu­gia­do po­lí­ti­co a quien le ne­ga­ron to­da car­ta de ciu­da­da­nía”.
31 – «a no­sa emi­gra­ción pa­ré­ce­me o erro máis te­rri­bel que co­me­teu Ga­li­za»: “nues­tra emi­gra­ción me pa­re­ce el error más te­rri­ble que co­me­tie­ra Ga­li­cia”.
32 – Sem­pre en Ga­li­za, li­bro II, XX­VI, en OC, vol. 2, 319-20. «un sa­ri­llo de moi­tos fíos»: “una ma­de­ja de mu­chos hi­los”.
33 – Sem­pre en Ga­li­za, li­bro II, XX, en OC, vol. 2, 296-97.
34 – «ei­quí me criei i ei­quí ve­ño en­ve­lle­cer»: “aquí me crié y aquí ven­go a en­ve­je­cer”.-
35 – «Un sa­lu­do de Cas­te­lao a los ga­lle­gos de la Ar­gen­ti­na», Ga­li­cia. Re­vis­ta del Cen­tro Ga­lle­go de Bue­nos Ai­res, 331 (agos­to 1940), re­pro­du­ci­do en OC, vol. 3, 197-98. «soio me sin­to emi­gran­te den­des que che­guei a es­te país»: “só­lo me sien­to emi­gran­te des­de que lle­gué a es­te país”.
36 – Vid. J. Ro­drí­guez, «Es­tu­dio Psi­co­ló­gi­co so­bre un ga­lle­go de “Ley”. Al­fon­so R. Cas­te­lao», Ga­li­cia, 691, 7.9.1940, p. 15.
37 – Ir­man­da­de Ga­le­ga: Her­man­dad Ga­lle­ga.
38 – Xun­ta de Ga­li­za: Jun­ta de Ga­li­cia.
39 – Pro­yec­to ma­nus­cri­to de una Xun­ta de Ga­li­za, sin fe­cha (ca. 1944). Fun­da­ción Pen­zol (Vi­go) – Fon­do Cas­te­lao (FP-FC). «to­dol-os ga­le­gos li­bres de Amé­ri­ca n-un­ha soia von­ta­de pa­trió­ti­ca, po­ñen­do por ri­ba das am­bi­cións de par­ti­do o amor a Ga­li­za e â sua li­ber­da­de»: “To­dos los ga­lle­gos li­bres de Amé­ri­ca en una so­la vo­lun­tad pa­trió­ti­ca, co­lo­can­do por en­ci­ma de las am­bi­cio­nes de par­ti­do el amor a Ga­li­cia y a su li­ber­tad”.
40 – Con­se­llo de Ga­li­za: Con­se­jo de Ga­li­cia.
41 – In­for­me del Con­se­llo de Ga­li­za a las fuer­zas de­mo­crá­ti­cas del in­te­rior, Bue­nos Ai­res, di­ciem­bre de 1945, en OC, vol. 3, 345-94.
42 – «Ga­li­za non ei­sis­tía en Amé­ri­ca […] can­do eu che­guei No­va York, Ha­ba­na, Mon­te­vi­deo e cá­se­que to­do Bos Ai­res era pu­ra “es­pa­ño­la­da”, tan­to nun ban­do co­mo no ou­tro, e no dos re­pu­bli­cáns ti­ña un soio ar­can­xo: Gar­cía Lor­ca»: “Ga­li­cia no exis­tía en Amé­ri­ca … cuan­do yo lle­gué Nue­va York, La Ha­ba­na, Mon­te­vi­deo y ca­si to­do Bue­nos Ai­res era pu­ra “es­pa­ño­la­da”, tan­to en un ban­do co­mo en el otro, y en el de los re­pu­bli­ca­nos te­nían un so­lo ar­cán­gel: Gar­cía Lor­ca”.
43 – «apo­li­lla­da, xa non pol-o hes­pa­ño­lis­mo uni­ta­ris­ta, se­nón pol-o di­vi­sio­nis­mo par­ti­dis­ta»: “apo­li­lla­da, ya no por el es­pa­ño­lis­mo uni­ta­ris­ta, si­no por el di­vi­sio­nis­mo par­ti­dis­ta”.
44 – Car­ta a los ga­lle­guis­tas del in­te­rior, 31.3.1946, en OC, vol. 6, 593-614.
45 – «Un­ha car­ta es­que­ci­da», ANT, n. 438 (ma­yo 1945), en OC, vol. 3, 314-20.
46 – «Ver­bas de Chum­bo», Ron­sel, 1 (oc­tu­bre 1941), en OC, vol. 3, 202-04. «aín­da non é un­ha ma­sa; é un amoa­do co que al­gúns fan fi­lloas no tem­po de elei­cións»: “aho­ra no es una ma­sa, es un ama­si­jo con que al­gu­nos ha­cen fi­lloas [pan­que­ques, crê­pes] en tiem­pos de elec­cio­nes”.
47 – «no­sos emi­gra­dos, que en con­xun­to tra­sun­tan vir­tu­des asom­bro­sas»: “nues­tros emi­gra­dos, que en con­jun­to tra­sun­tan vir­tu­des asom­bro­sas”.
48 – «ca­lan e tra­ba­llan»: “ca­llan y tra­ba­jan”.-
49 – «fa­lan pa­ra in­te­rrum­pir a obra dos de­mais»: “ha­blan pa­ra in­te­rrum­pir la obra de los de­más”.
50 – Car­ta a Mar­cial Fer­nán­dez, Bue­nos Ai­res, 30.1.1945, en OC, vol. 6, 511-19.
51 – Car­ta a Al­fre­do So­mo­za, Bue­nos Ai­res, 29.12.1947, en OC, vol. 6, pp. 684-89.
52 – «a quen­tu­ra dos ve­llos emi­gran­tes»: “el ca­lor de los vie­jos emi­gran­tes”.
53 – Car­ta a Ro­dol­fo Pra­da, Pa­rís, 18.4.1947, en OC, vol. 6, pp. 640-44; car­ta a J. A. Agui­rre, Pa­rís, 21.7.1947, en OC, vol. 6, pp. 648-49.
54 – Car­ta a Ma­nuel Puen­te, Bue­nos Ai­res, 15.9.1947, en OC, vol. 6, pp. 651-53. «a for­za au­to­no­mis­ta e re­pu­bli­cán dos emi­gra­dos ga­le­gos de BBAA […] su­ma máis que to­dal-as for­zas xun­tas do re­pu­bli­ca­nis­mo re­pre­sen­ta­do no ac­tual Go­ber­no [Al­bor­noz]»: “la fuer­za au­to­no­mis­ta y re­pu­bli­ca­na de los emi­gra­dos ga­lle­gos en Bue­nos Ai­res … su­ma más que el to­tal de las fuer­zas jun­tas del re­pu­bli­ca­nis­mo re­pre­sen­ta­das en el ac­tual Go­bier­no (Al­bor­noz)”.
55 – «es­pe­llis­mos fa­bri­ca­dos pol-a li­te­ra­tu­ra, máis in­te­re­sa­da que sin­cei­ra, dos re­pu­bli­ca­nos»: “es­pe­jis­mos fa­bri­ca­dos por la li­te­ra­tu­ra, más in­te­re­sa­da que sin­ce­ra, de los re­pu­bli­ca­nos”.
56 – Car­ta a Al­fre­do So­mo­za, Bue­nos Ai­res, 20.12.1947, en OC, vol. 6, 684-89. «sem­pre se­rá pre­fe­ri­ble vi­vir nún país on­de o po­vo é ami­go a vi­vir n-ún­ha na­ción en que o ami­go úni­co é o go­ber­no» “siem­pre se­rá pre­fe­ri­ble vi­vir en un país don­de el pue­blo es ami­go, a vi­vir en una na­ción en la que el úni­co ami­go es el go­bier­no”.
57 – Car­ta a Al­fre­do So­mo­za, Bue­nos Ai­res, 20.9.1948, en OC, vol. 6, 719-29.
58 – «Acu­sa­cións de Cas­te­lao», re­pro­du­ci­do en ga­lle­go en A No­sa Te­rra, n. 467, ene­ro 1949.
59 – «Men­sa­xe do pre­si­den­te do Con­se­llo de Ga­li­za», A No­sa Te­rra, 469, ju­lio 1949. «que ve­ñen a en­ri­que­cer­se cos mé­to­dos co­rren­tes en Hes­pa­ña»: “que vie­nen a en­ri­que­cer­se con los mé­to­dos co­rrien­tes en Es­pa­ña”.

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