de la República Argentina
CONFERENCIA SOBRE LA ARTISTA GALLEGA MARUJA MALLO
El Museo de la Emigración Gallega en la Argentina (MEGA) y la Biblioteca Galega de Bos Aires “Antonio Pérez-Prado” invitan a la comunidad a la conferencia que ofrecerá la licenciada en Historia del Arte, Maribel Álvarez Ilarri, sobre la recordada artista gallega Maruja Mallo, quién supo ser colaboradora de Rafael Alberti y Miguel Hernández.
Con entrada libre y gratuita, la charla, denominada “Maruja Mallo, una mujer de verdades y silencios”, se desarrollará el próximo miércoles 23 de noviembre, desde las 19, en la Biblioteca Galega de Bos Aires, ubicada en el primer piso de Chacabuco 955, del porteño barrio de San Telmo.
Maribel Álvarez Ilarri recorrerá la vida de la gran creadora y artista gallega a través de su obra, dando cuenta de su aprendizaje en sus años en la escuela de Bellas Artes, su colaboración en las escenografías con Rafael Alberti y Miguel Hernández, su exilio y el resurgimiento de su obra tras 25 años de ausencia en España, entre otras destacadas etapas de su creación.
La conferencista, nacida en Vigo (Pontevedra), en 1954, es licenciada en Geografía e Historia de la Universidad de Santiago de Compostela, siendo parte de la primera promoción especializada en Historia, Arte y Geografía de Galicia.
Actualmente, se desempeña como docente en la enseñanza secundaria, siendo además Catedrática del Departamento de Ciencias Sociales del IES Os Rosais (Moaña – Pontevedra), donde imparte la asignatura de Arte.
Perfil de Maruja Mallo
Maruja Mallo (Viveiro, Lugo, 5 de enero de 1902 – Madrid, 6 de febrero de 1995) era la cuarta hija de 14 hermanos en el matrimonio formado por Justo Gómez Mallo y María del Pilar González, y hermana mayor del escultor Cristino Mallo (nacido en Tuy en 1905). Ambos hermanos utilizaron el segundo apellido de su padre. Su nombre real era Ana María Gómez González.
Poco después del nacimiento de su hermano, la familia se trasladó a Avilés, donde Maruja comenzó a dibujar, copiando las ilustraciones que aparecían en las revistas de la época. Allí trabó amistad con el pintor local Luis Bayón, quien años más tarde también acabaría en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y después tomaría rumbo a París.
En 1922, con 20 años, se trasladó a Madrid para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en donde estudió hasta 1926, como también hizo su hermano Cristino desde 1923. Se relacionó con artistas, escritores y cineastas como Salvador Dalí, Federico García Lorca, Margarita Manso, Luis Buñuel, María Zambrano o Rafael Alberti, con el que mantiene una relación hasta que aquel conoce a María Teresa León. En 1927 participó activamente en la primera Escuela de Vallecas, una propuesta ‘plástico-poética’ del escultor Alberto y el pintor Benjamín Palencia.
Durante esa década de 1920 trabajó también para numerosas publicaciones literarias como La gaceta literaria, El almanaque literario o la Revista de Occidente y realizó las portadas de varios libros. Ortega y Gasset conoció sus cuadros en 1928 y le organizó una exposición en los salones de la Revista de Occidente. Exhibió diez óleos que representaban poblados llenos de sol, toreros y manolas, así como estampas coloreadas de maquinaria, deportes y cine de principios de siglo. La exposición fue todo un acontecimiento cultural en Madrid, y también punto de partida para que Maruja fuera juzgada por su obra y no por su condición femenina.
En 1932 obtuvo una pensión de la Junta de Ampliación de Estudios para ir a París donde conoció a René Magritte, Max Ernst, Joan Miró y Giorgio de Chirico y allí participa en tertulias con André Breton y Paul Éluard. En ese momento inicia su etapa surrealista. Su pintura cambió radicalmente y alcanzó la maestría, tanto que el mismo Breton le compró en 1932 el cuadro titulado Espantapájaros, obra poblada de espectros que hoy es considerada una de las grandes obras del surrealismo.
Regresó luego a Madrid y participó activamente en la Sociedad de Artistas Ibéricos. Para entonces había adquirido tal notoriedad que el gobierno francés compró uno de sus cuadros para exponerlo en el Museo Nacional de Arte Moderno.
En 1933, Maruja Mallo, comprometida con la República, se dedicó a enseñar dibujo y cerámica en el Instituto de Arévalo. Un año más tarde, estudió matemáticas y geometría a fin de aplicarlos en su obra, principalmente en la cerámica.
A partir de 1936, comenzó su etapa constructiva, mientras que sigue exponiendo con los pintores surrealistas en Londres y Barcelona. Participó como docente en las Misiones Pedagógicas, que la acercaron a su tierra natal, Galicia, donde a los pocos meses la sorprende la Guerra Civil. Desde allí huye a Portugal. Toda su obra cerámica de esta época es destruida en el conflicto. Poco tiempo después, su amiga Gabriela Mistral, entonces embajadora de Chile, la ayudó a trasladarse a Buenos Aires, donde siguió pintando, dando clases y cultivando amistades, entre las que pueden mencionarse a Pablo Neruda.
En Argentina recibió un rápido reconocimiento al colaborar en la reconocida revista de vanguardia Sur, en la que también participaba Jorge Luis Borges. Es una etapa de su vida en la que se dedica a viajar, viviendo entre Uruguay y Buenos Aires, y a diseñar, pintar. También se suceden las exposiciones en París, Brasil y Nueva York. De su paso por Buenos Aires, el Museo del Dibujo y la Ilustración, atesora en su colección dos témperas sobre papel, representando animales mitad real y mitad fantásticos.
A los 37 años publicó el libro Lo popular en la plástica española a través de mi obra (1939), y empezó a pintar especialmente retratos de mujeres, cuyo estilo es precursor del arte pop estadounidense.
Comenzó en el exilio su etapa cósmica, dedicada a recrear la naturaleza sudamericana con su serie de Marinas. En cuanto el peronismo llega al poder en Argentina, Mallo deja el país y se traslada a Nueva York, para regresar a España en 1965, tras 25 años de exilio.
La que fuera una de las grandes figuras del surrealismo de preguerra es casi una desconocida en su tierra y su vida pública desaparece. Pero no le importó, se instaló en la calle Núñez de Balboa de Madrid, y casi como un símbolo dibuja de nuevo la portada de la Revista de Occidente.
En 1979, comenzó su última etapa pictórica con Los Moradores del vacío, tenía ya 77 años, pero aún conservaba esa frescura y vitalidad que la acompañaría durante toda su vida. En la década del ´90 le ofrecieron varias exposiciones y premios, como la Medalla al Mérito en las Bellas Artes y el Premio de Artes Plásticas de Madrid. Murió el 6 de febrero de 1995, en Madrid cuando tenía 93 años.
Te envío esto sobre la biografía de Maruja Mallo